10 años: el kirchnerismo y la astucia de la razón peronista


El cumplimiento de los 10 años presume un balance. En eso están tirios y troyanos de las superestructuras políticas y mediáticas, bombardeando con cifras y datos, todas un poco ciertas, y esencialmente falsas. La "década ganada" toma un carácter extraordinario y hasta espectacular a fuerza de fraguar estadísticas y mediciones, y de realizar comparaciones interesadas o entre momentos históricos simplemente inconmensurables. El próximo número de La Verdad Obrera que sale este jueves 24 y está en preparación, abordará estas cuestiones, partiendo de la perspectiva general de la economía y la política, hasta llegar a las visiones y lecturas de los más avanzados de los de abajo, los que son vedados absolutos en 678 o en la Corpo. De los que habitan el subsuelo condenado de la patria, para los que la historia gris de su cotidianeidad pasa en tiempos pesadamente más lentos que el vertiginoso trajinar de la política como espectáculo (sea éste "nacional y popular" o "lanatista y clarinesco").
En la guerra de migajas y el país de los ciegos (o cegados por la restauración neoliberal), el tuerto fue rey. Eso no caracteriza al "proyecto" como transformador y mucho menos como "revolucionario", simplemente reafirma la "viveza" mutante del peronismo para salvar al país burgués, del que fue en los últimos 60 años el nunca bien reconocido "fenómeno bendito", pese a los insoportables ribetes populistas que tuvo que adoptar de tanto en tanto. El costo de esta última empresa de contención fue escaso y los beneficios como para ser juntados en pala, como confesó Cristina en uno de esos excepcionales momentos de honestidad intelectual.
Las crisis de los "populismos" latinoamericanos es la mayor confirmación de sus límites. Venezuela con devaluaciones en cadena y caprilismo ascendente, Bolivia con un gobierno en plena cruzada antiminera, con  un histérico y desbocado "intelectual" como vocero, lo que demuestra que el "frepasismo rabioso" no es un invento argentino. Y en estas tierras con el "modelo" al que se le achica el pasaje entre el Escila de la devaluación y el Caribdis del ajuste deflacionista; y mientras tanto aplica un poco de cada cosa (tarifazos, control de importaciones y "desdoblamiento cambiario").
El "voceo" individualizado del lanatismo es expresión, como afirman los kirchneristas, de una pre-política por la ausencia de oposición burguesa con fuerza o coherencia, pero también su éxito es manifestación de la decadencia del "proyecto". 
El espíritu y la moral conformista del momento "populista" en nuestro continente, que tuvo su génesis en las impotencias de la lucha de clases, lo expresó un analista cuando creía que hacía una reivindicación de otra "década ganada", la del Brasil lulista: "Y, mientras tanto, 52 millones de brasileños habrán eludido un futuro cruel y pasando de la humillación de la miseria a la pobreza digna". A esta altura de la civilización, sólo el vuelo gallináceo del progresismo actual, puede darle un carácter "digno" a la pobreza, que es por definición, indigna. 
Esto y nada más, quiere describir la definición periodística del "fin de ciclo". Ante sus tendencias evidentes, por el agotamiento de las condiciones que permitieron el desarrollo del “modelo” (a partir del 2007) y la crisis de sucesión; los kirchneristas respondían con la "persistencia". La discusión no es sobre la persistencia de un gobierno (con recambio familiar), que es un hecho, sino sobre qué es lo que persiste y qué perspectivas tiene, y eso por sí sólo habla de la década. 
El marxismo, o por lo menos el nuestro, es un método de análisis y una guía para la acción, no niega las contingencias de la política, sino que analiza las condiciones y las tendencias en las que ésta se desarrolla. “Fin de ciclo” describe las tendencias generales y no sentencia la caída “inevitable” y permanente del gobierno, sino las contradicciones en las que interviene. 
Y estas contradicciones y “paradojas” las confirma Nicolás Prividera en el último número doble de "El Ojo Mocho" y su hipótesis de que el kirchnerismo termine preso, como tantos otros intentos de trascendencia desde adentro, de la "astucia de la razón peronista". En ese diálogo entre el cineasta y los editores de la revista, el pesimismo de un poco de inteligencia, le ganó el partido por goleada al optimismo de una voluntad tonta. La figura hegeliana de la "astucia de la razón" remite a los sujetos particulares como medios de realización de la razón universal, el adjetivo de "peronista" admite que es muy probable que el poder real quede en las mismas manos de siempre. Y esta metáfora filosófica se emparenta con la "arquitectónica" o, si se quiere, la "inmobiliaria" de la "gran casa peronista", donde el piso de abajo es invarible y el piso de arriba se alquila al relato que más votos consigue, y es todo lo contingente que el poder real le permite ser. 
Cualquiera que observe la geología del poder social y político en la Argentina debe reconocer el pleno dominio de las "Tres B". Las policías bravas están igual o levemente empeoradas, los "feudales" (gobernadores) y los mazorqueros (intendentes) renovados en la inmutabilidad de sus métodos y negociados, y los culatas (burocracia) desplazados, divididos y vueltos a convocar, porque expresan distorsionadamente la relación ambigua del frepasismo con "el enemigo público N° 1" de los populismos: el movimiento obrero, sobre todo cuando tiende a convertirse en sujeto.
El temor impotente y escéptico de Prividera por una "tragedia" en la que el kirchnerismo tan sólo termine siendo una transición hacia la reconstitución del peronismo, en el peor sentido del témino, sigue siendo la disyuntiva de la hora política. La perspectiva, en el mejor de los casos de convertirse en un "muerto vivo o un avatar dentro del peronismo", por la vía de la resignación a la sucesión de un Scioli o por la sciolización acelerada de CFK o algún improbable delfín que intente emerger hacia el 2015.
El razonamiento es simple, si tan ganada fue la década ¿por qué no sobran candidatos o sujetos propios del "proyecto"?
La pregunta sobre el sujeto (el tema de "El Ojo Mocho") remite justamente al predicado. Y lo predicado alcanzó para el conformismo, pero no para la pasión y la militancia. El relato epopéyico se escindió totalmente de la política real (al igual que el "contrarrelato" apocalítico del terror al "vamos por todo" y la deriva autoritaria). Por eso para mostrar multitudes en los festejos de la "década ganada", recurren al aparato mazorquero y feudal que creció y se afianzó justamente en la "década perdida", cuando el peronismo se territorializó por el retroceso del movimiento obrero.
Y esto de la "astucia de la razón peronista", permite devolver una chicana a los "Restos Pampeanos" de Horacio González. Fundador y director de la revista en sus mejores épocas, cuando la lejanía del poder afinaba la crítica y cuando entre medio de tanto lenguaje encriptado podía encontrarse la frase que ilumine el todo, como le dice José Pablo Feinmann en sus conversaciones tardías. Ahora, como la teoría de Baglini rige también para la intelectualidad, lo que seguro se encuentra en los textos del mismo estilo, es la frase capituladora que oscurece el todo.
En el ensayo en cuestión, González hizo su lectura del trotskysmo en la tradición nacional, justamente para ubicarlo casi en sus fronteras. Ese trotskysmo gonzaliano ridiculizado y a la carta, sería el agente de una historia fatalista y en permanente estallido, leída con el marco de una dialéctica salvaje, tosca y poco sensible a las argamasas culturales que Gramsci habría sabido interpretar mejor. Por eso nos recuerda, terciarizando la afirmación en la voz del italiano, que Trotsky era "cosmopolita", a diferencia de Lenin que era más "nacional-popular". Esa externalidad y una razón "instrumental" le dan al "entrismo" el carácter de táctica por antonomasia del trotskysmo. La experiencia concreta en la práctica morenista del entrismo al peronismo, demostró que favoreció más al entrado que al entrista.
El punto es que después de la "década ganada", González quedó como uno de los más prominentes referentes de los que (como Prividera), soportaron el momento de realpolitik y el "entrismo" kirchnerista, esperando el momento de la trascendencia "desde adentro". Si el kirchnerismo acabará en términos históricos (en última instancia los verdaderamente importantes), como un "momento" entre el menemismo (y su hija boba la Alianza) y alguna especie de "sciolismo"; desde hace un tiempo que se está llevando adelante la antropofagia y el entrado (el pejotismo) está sacando todas las ventajas del entrista. Como me dijo mi amigo Juan Dal Maso, González se transformó en un personaje de sí mismo, terrible, una tragedia, si no fuera bizarro. 

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