Golpear para negociar. Los límites del “vandorismo” moyanista

Artículo enviado a Diario Alfil (antes del la movilización del miércoles 27) y publicado el jueves 28 de junio



Fernando Rosso

En los dos días de aparente furia de la semana pasada, con el paro camionero y los bloqueos a varias destilerías, la periodista Susana Viau puso en boca de algún operador del PJ este balance lapidario: “El Negro estuvo a la altura del mejor Vandor. Cristina no dio la talla del peor Perón”. Ciertas plumas perezosas del periodismo local salieron a repetir un lugar común que a esta altura dice poco nada del presente: “golpear para negociar”.
Esa sentencia que quedó unida en la historia política Argentina al nombre del mítico caudillo metalúrgico es, en cierta medida, la forma natural de la metodología de la burocracia sindical en general y de la peronista en particular. Basta un ejercicio retórico y preguntarse si hubo algún dirigente sindical peronista que haya “golpeado para matar” o para triunfar o para aplastar al adversario, para darse cuenta de que siempre se busca negociar. Otra cosa es definir el álgebra del golpe y la negociación, de la relación de fuerzas, determinados por la estrategia y los objetivos más generales de los dirigentes sindicales. Y todo esto sin perjuicio de que hubo largos periodos de la historia de movimiento sindical argentino en los que los dirigentes se recostaron más en el polo de “negociar” y casi nunca “golpear”. Sobre todo en épocas marcadas por las derrotas, bajo la noche negra del “neoliberalismo”.

La política y la calle

Desde el principio las tácticas de Moyano estaban subordinadas a su estrategia, y ésta determinada, como ya se dijo, por intereses que no eran reductibles a la negociación paritaria en curso en el sindicato camionero. El resultado concreto del 25,5 % de la negociación con las patronales del transporte y estatus “secundario” que le dio Moyano al salario así lo demuestran.
Los hechos son conocidos: dos días de paro, movilización y piquetes y hasta cierta gresca con la Gendarmería. Al tercer día Moyano acuerda un número bastante lejano al 30% reclamado, levanta el paro convoca a la movilización del miércoles a Plaza de Mayo. Las primeras lecturas formales afirman que Moyano avanzó desde su corporativismo hacia demandas más universales que afectan a muchos más trabajadores que los 200 mil camioneros, al reclamar por la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y por al pago de asignaciones familiares. Sin embargo, una mirada de contenido más profundo nos dicta que, con la firma del acuerdo cercano al techo que están negociando la mayoría de los sindicatos, optó por sostener un estatus quo, no exento de enfrentamiento y ataques discursivos, pero estatus quo al fin.
Moyano utilizó una contenida acción directa para rápidamente sacar el conflicto desde ese espinoso lugar y llevarlo al terreno de la política, que en la Argentina contenciosa siempre se hace con diferentes grados de movilización callejera. No por nada Hilda Sábato tituló su estudio sobre el temprano amanecer político de Buenos Aires (1862-1880) como “La política en las calles”, y esa “anomalía” del país de la movilización permanente marcó la historia de la Argentina moderna.
La movilización de este miércoles es una movilización política, o mejor dicho está enmarcada en una estrategia política, si se entiende esto no como negación de las demandas progresivas que se levantan, sino como oposición a la acción directa que se expresó en los días de paro.

El factor Moyano

La nueva gravitación de Moyano en la escena nacional tiene varias causas. Es, por un lado, una expresión distorsionada del nuevo protagonismo social del movimiento obrero y los sindicatos. Un retorno que es, si se quiere, un fenómeno internacional pero que en nuestro país habla en el lenguaje de su propia tradición nacional. La tarea de contención de esta nueva clase trabajadora, elemento esencial para sostener el equilibrio de poder, no sería efectiva si todos los dirigentes sindicales actuarían total y absolutamente dirigidos por la Casa Rosada. Las tendencias “naturales” a la autonomía, propias de los momentos de recomposición social del movimiento obrero se expresarían de manera peligrosamente directa para las empresas y gobiernos. Este esquema tácito une a Moyano a los intereses a largo plazo del gobierno y toda la clase dirigente Argentina. No por nada los jefes de la UIA expresan que su mayor preocupación no es Moyano en sí, sino la “atomización” de las dirigencias sindicales.
Pero además, el camionero tiene intereses materiales concretos económicos y políticos. Como dirigente de un sindicato de una rama que se volvió estratégica para la circulación nacional, una vez liquidado el sistema ferroviario. Que además organiza en su seno a muchos “propietarios independientes” con una pequeña flota o un solo camión. Una estructura que organiza el transporte y la logística esenciales para la economía nacional. El pacto de Néstor Kirchner con Moyano se basaba en esta fortaleza estructural, además de lograr la “colaboración” para la regulación moderada de las negociaciones paritarias.
Además de su rol social de representación distorsionada del movimiento obrero, también debe defender los intereses del “emporio Moyano S.A.”.
Por último, Moyano tiene sus objetivos políticos, muy alejados de su discurso de “la defensa de todos los trabajadores”. La realidad es que pretende su cuota de poder como “columna vertebral” del peronismo. Si esto se da bajo el mando del kichnerismo con relato Nac&Pop o del intento de un “kirchnerismo con rostro humano” que pretende estructurar Scioli, es una cuestión secundaria.

Jugar con fuego

Juega con fuego un gobierno que demostró la semana pasada que sin Cristina, no hay cristinismo; y que todas las fortalezas del bonapartismo en momentos de crecimiento pueden trocarse a la vez en todas sus debilidades, en tiempos de crisis.
Con el retorno de la cuestión obrera, la Argentina retoma a sus contradicciones clásicas. No solo las divisiones verticales de las dirigencias sindicales que responden a las diferentes líneas políticas del peronismo, sino también los quiebres horizontales con el surgimiento de fenómenos por abajo que la prensa denominó “sindicalismo de base”, influenciado en su mayoría por la izquierda que se reivindica clasista. Del resultado de este terreno en disputa abierta dependerán los éxitos o fracasos del movimiento obrero para enfrentar los tiempos marcados por una nueva crisis global que ya está aterrizando en la Argentina.

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