La restauración y el desencanto (a propósito de un interesante artículo de la revista Crisis)




Hace ya casi un año decíamos "Esperemos no tener que escuchar nuevamente los llantos de una nueva “traición Frondizi” o una tragicómica “teoría del cerco”, cuando el Nac & Pop no sea más que un ¿“coyuntural”? recuerdo y CFK con Boudou y sus nuevos íntimos de la UIA, desarrollen lo que hoy están mostrando embrionariamente".

La "traición Frondizi" no es un canon, es una fórmula polémica de comparación. Aunque Cristina tiene algo del Frondizi histórico y su desarrollismo pro-imperialista, como también algo de Perón, de Alfonsín, de Menem y de la otra Fernández ...Meijide, sobre todo ese gorilismo de repulsa hacia el movimiento obrero, en tanto sujeto de lucha y de acción.

La "traición Frondizi" nos remite al desencanto por la emergencia de los contornos más ásperos de la restauración.

La monotonía de la cadena nacional no logra colmar los vacíos que dejan los límites de la política. Y corre el riesgo no solo de aburrir, sino incluso...de hartar. Sobre todo cuando lo que se promete es de lejana concreción, abstracciones que se pierden en el tramiterío kafkiano donde mueren las efímeras ilusiones.

Desde los blogueros peronistas hasta los consejeros por izquierda barruntan el desencanto y la preocupación. Carta Abierta parece que ya no tiene quien la escriba, dejaron en soledad a Horacio González que debe esforzarse y deslizarse cada vez más hacia lo críptico, a falta de sólidos argumentos para encontrar algo de "progresismo" en el cristinismo actual.

Paula Abal Medina, Alejandro Rebossio y Ximena Tordini, se preguntan ¿hasta acá llegamos? en el último número de la Revista Crisis. Y hablando de los discursos contra las protestas obreras (recuerdan la diatriba contra la tendinitis de los trabajadores del subte), afirman: "No fue el único discurso presidencial con ese tono de llamado a la responsabilidad. Más que un exabrupto, o una evidencia de la personalidad autoritaria de la mandataria, como diría algún indignado columnista republicano, lo que está en juego es la tendencia estabilizadora que predomina cuando la gobernabilidad se impone en detrimento de la fuerza social que históricamente desborda al peronismo como proceso y movimiento histórico". Preguntan más adelante "¿cuáles son las fronteras de clase de los movimientos nacional-populares? ¿hacia dónde se desplaza la confrontación cuando se pretende el imposible de detener la conflictividad?". Acá dijimos algo sobre ese imposible "sueño dogmático" del bonapartismo que se cree que anula la lucha de clases, cuando en realidad sólo logra suspenderla parcialmente.

Historizan los escribas de Crisis y con bastante agudeza perciben un retorno de lo que llaman el gran "malentendido" del drama nacional durante el siglo XX. Ese "malentendido" que surge en los momentos "de llegada" de los acontecimientos "nacional-populares", que en la Argentina tomaron la forma de los peronismos. Desde el Congreso de la productividad del 55, al intento del Pacto Social gelbardiano, donde el relato da un brusco vuelco y emerge el enemigo común. El nuevo discurso de esos giros puede resumirse en "ya se ha repartido lo posible", así como el otro a enfrentar es la vanguardia del movimiento obrero: las comisiones internas, los delegados porque "es inaceptable que, cualquiera que sea el motivo, un delegado toque su silbato en una fábrica y la paralice" (Gelbard en un discurso en el Congreso de la Nación).

El "malentendido" se suspendió, siempre según el análisis de Crisis, entre el 76 y el 2001, porque desaparecieron las condiciones objetivas y subjetivas que le daban marco, y retorna en el presente luego de 9 años de desvío, pero no de derrota. Aunque el talón de Aquiles del análisis está en su lectura de los límites del proyecto kirchnerista, que no registran en su naturaleza de clase, sino en una presunta posición defensiva en que la represión dejó a los sententistas que hoy gobiernan.

El gobierno no retrocede, pero tampoco avanza, no se hunde, pero tampoco se recupera. No re-encanta, sino más bien que todo lo contrario. Podemos decir que está suspendido, flotando sobre los dólares que son producto de que la ruleta financiera mundial favorece, por ahora, a la soja.

Lo que está en crisis no es la "pequeña política", terreno en el que incluso logra triunfos como el aislamiento de Moyano o el ¿hociqueo? de Scioli, sino la "gran política" de evitar que los reclamos irrumpan nuevamente en la calle (como bien dice JDM acá). 
Es la línea de juntura donde empieza la fricción, como definen con reminiscencias clausewitzianas los analistas de Crisis, es decir la línea límite de la restauración.
Son momentos ruptura, de posibilidades de giros históricos, que no se miden con el tiempo de la coyuntura y que tampoco devienen fatalmente en salidas progresivas. La apertura del campo de disputas, donde entra en juego la política, la estrategia y las fuerzas materiales que se enfrenten. En ese marco éste hecho es más que prometedor, sobre todo su poder potencial.

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