20N: paro general, fin de ciclo y escisión

Berni - Manifestación

Desplazamientos

En un post anterior, después del 8N decíamos: "Lo importante no es que pasa con el conglomerado del 46%, parte del cual salió a la calle el jueves y que tiene el mérito de sacar a la luz los límites de la hegemonía kirchnerista que, a fuerza de guita y consumo sin problemas, los mantenía a raya; sino los desplazamientos y condensaciones que se pueden estar produciendo en 54%".
El 20N fue una demostración categórica: una significativa parte del 54% está descontenta. 
El manual del kirchnerismo para las "situaciones de crisis" dictaba una serie de pasos que cumplía a rajatabla: primero el silencio, después alguna mención muy por arriba y finalmente un anuncio y hasta quizá el pase a segundo plano de un ministro.
Por el contrario, en el 20N Cristina irrumpió rabiosa el mismo día del paro, le urgía manifestar su repulsa hacia la clase obrera, sobre todo cuando rompe la subordinación al paternalismo bonapartista y se pone en movimiento, es decir, cuando toma la fisonomía de "movimiento obrero".
Otra vez estuvo filoso el comentarista estrella de la Tribuna de Doctrina. Primero fueron las clases medias, después los trabajadores y por último el juez Griesa, Cristina sentenció "a mi no me van a correr", pero "ya la están corriendo", chicaneó Pagni.
El relato que ubica toda demanda u oposición social "del lado Magnetto del mundo" o  pone a todos en igualdad de condiciones "ante la ley"...de medios, como criticó sagazmente un bloguero kirchnerista "de los orígenes", es tan impotente que ya ni contiene a la tropa propia. No sólo se distancia lentamente el pejostismo, sino también ciertos sectores intelectuales que apoyaron al proyecto.
El paro general hizo hablar con voz y métodos propios a una fracción significativa de la clase obrera que asustó al gobierno y en cierta medida a toda la burguesía, más por la peligrosa potencialidad que puso de relieve, que por el presente de la acción misma determinada por los límites que le puso la cobarde dirección. Y a pesar de esos límites el crujir siempre violento de la huelga y los piquetes encendió la alarma, mucho más que el "tilín tilín" histérico y perfumado de las cacerolas.
Este es el primer hecho sustancial, en cierta medida histórico, la vuelta al paro general después de 11 años.

Escisión y fin de ciclo

Aunque como afirmó un amigo, por suerte la realidad es un poco menos gramsciana y un poco más trotskista, la verdad es que estamos ante una transición. Por lo tanto hay que combinar el "marxismo de la defensiva", el de los cambios graduales entre representantes y representados dentro de la democracia "occidental" (Gramsci), con el "marxismo de la ofensiva", el de los cambios bruscos y lo saltos (Lenín-Trotsky). Y esto porque si bien el paro significó un cambio en el escenario, no llegó a tomar la dimensión de una acción histórica independiente que transforme cualitativamente la relación de fuerzas y abra una nueva situación 180° opuesta a la anterior.  
La coyuntura-situación se caracteriza por el ya no más del kirchnerismo, (lo que no es sinónimo de su debacle inmediata) y el todavía no de una oposición burguesa con suficiente fuerza y capacidad de persuasión como para plantearse como alternativa (por ahora). Esas brechas relativas por arriba están cruzadas por la manifestación de cierto espíritu de escisión por abajo.
La apropiación gramsciana del concepto "soreliano" de "espíritu de escisión" puede ajustarse al presente argentino en términos de la relación de fuerzas y de los niveles de conciencia. En este breve texto, Gramsci parte de afirmar que la historia de las clases subalternas es "disgregada" por definición y  destaca la importancia de definir las fases  posibles en el camino hacia la autonomía. Politiza al sorelismo, la expresión teórica del sindicalismo revolucionario, muy superior al sindicalismo actual, ya que era, según Trotsky, "una teoría incompleta del partido proletario".
La escala definida por Gramsci parte de la fuerza objetiva económica (la recomposición social de la clase obrera bajo en los años kirchneristas); sigue con la capacidad de influir en los grupos dirigentes con "reivindicaciones propias" (el "homenaje" a la fuerza de la clase obrera que en última instancia fue el "desvío" kirchnerista y las concesiones impuestas); puede continuar con el nacimiento de nuevos grupos o partidos "que buscan mantener el control" (hoy todavía "inexistente" por la debilidad de opción burguesa de recambio, eso es lo que distingue a la coyuntura-situación); la formación de grupos subalternos con reivindicaciones de carácter "reducido o parcial" o partidos o grupos que afirman la autonomía dentro de los "viejos marcos" (partidos obreros reformistas o "vandorismos", como el moyanismo actual, esa forma particular de laborismo peronista que tomó el movimiento sindical en la historia argentina, cuando hubo crisis de conducción política del peronismo); y finalmente la autonomía "integral" (las condiciones para la emergencia de un partido revolucionario).
Pero lo destacado es que plantea que se pueden precisar "fases intermedias" (transicionales), y reafirma que hay prestarle particular atención a "toda manifestación del espíritu de escisión"

Entonces la cuestión es poder captar cuando el espíritu de escisión se manifiesta de manera abierta y genera las posibilidades de avances hacia la "autonomía integral". Si ya antes había señales, el 20N fue una manifestación "extrema" del espíritu de escisión, en el terreno de la lucha de clases. Un hecho que marca un salto  y una manifestación de la clase como clase, superior a las luchas corporativas por fábrica o por gremio, que marcaron los últimos años, aunque no hegemónica todavía.
Esto se combina con el "fin de ciclo" del kirchnerismo, que es producto de la ausencia de sucesión política y la crisis del "modelo", que no cae catastróficamente, pero tiene serios límites y está agotado, como lo demuestran la (no) inversión, la baja de la recaudación y muchos otros índices (aunque existan contratendencias, como los precios de los productos agrarios).
Está en proceso de construcción la nueva coalición que le permita a los "grupos dirigentes"  garantizar la continuidad en el ejercicio de su hegemonía y no está dicho de antemano que tengan éxito pacíficamente en esta empresa.
El fin de ciclo económico-político, combinado con el fin del nunca menos (esto y esto, son sólo ejemplos) y el espíritu de escisión (no solo de la clase obrera sino, previamente con el 13S y el 8N, de las clases medias) fueron las condiciones para el contundente paro general del 20N y la apertura de nuevas probabilidades en la lucha de clases. Los tres elementos, que no son independientes entre sí, se retroalimentan y se potencian.
Esto abre una coyuntura-situación para la posibilidad de la construcción de una "izquierda de los trabajadores", como transición hacia un partido revolucionario o, en términos gramscianos, para avanzar hacia la autonomía integral, posibilidad que no es un producto de la inmanencia objetiva, sino la consecuencia de un combate político que se impone como una obligación.


Izquierda y movimiento obrero

Se ha destacado el rol de la izquierda en el 20N y particularmente del trotskismo con peso orgánico en centros estratégicos del proletariado industrial y los servicios. El paro generó las condiciones para su expresión como un actor indiscutible de la política nacional, con influencia en minorías intensas del movimiento obrero.
El fin de ciclo menemista (y su continuadora la Alianza) encontró a la extrema izquierda mucho más débil y al mismo movimiento obrero en condiciones de división y todavía con el peso de las derrotas. La izquierda realmente existente era la corriente cuyo máximo referente era el "Perro" Santillán, en ese momento en el PCR, subordinado a la burocracia sindical y a Moyano, que fue el hombre clave para la salida devaluatoria, la transición duhaldista y el kirchnerismo.
El fin de ciclo alfonsinista permitió la emergencia del MAS, que degeneró en el sindicalismo y el electoralismo y fue impotente en los combates que permitieron el asentamiento del ciclo menemista (las batallas de las privatizaciones). Además ese momento todavía estaba marcado por la cercanía de la derrota del ensayo setentista.
Después de muchos años se combinan condiciones excepcionales: una recomposición obrera, una contradictoria historia reciente de desvíos y no de derrotas, lo que implicó un aspecto de aumento de las aspiraciones a las que Cristina, contra toda la experiencia histórica, quiere poner fin "por decreto" bonapartista. Y la existencia de una izquierda no reformista (aunque tampoco en su totalidad revolucionaria), que mostró su potencialidad el 20N. La conciencia de esta situación plantea una gran responsabilidad y muchas tareas: el avance en una construcción política, en combate contra el sindicalismo y el electoralismo; la construcción de una fuerza militante de miles con claridad estratégica y ambición política de vencer.
Quedan muchos contornos concretos de la coyuntura-situación: las fortalezas y debilidades de la burocracia sindical, el futuro rol del moyanismo, los índices concretos de las posibilidades de la economía que pueden acelerar o retardar los ritmos, los desplazamientos e internas en el pejotismo, la carrera de velocidades entre las estrategias de la izquierda, la subjetividad del movimiento obrero etc. etc. Pero creemos que todos estos movimientos se dan en el marco de estas tendencias generales.

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