El General Paz y el valor de la batalla
La lectura de las Memorias del General Paz otorgan, además
de una visión de la historia argentina con su
punto de vista, grandes lecciones sobre estrategia militar y una narrativa
extraordinaria. Muchos la han comparado con la del mismo Sarmiento. No por
nada, la figura de Paz cautivó a grandes escritores y ensayistas como Andrés
Rivera (“Ese manco Paz”), Luis Franco (“El General Paz y los dos caudillajes”)
y más recientemente, Martin Kohan en su último libro (“El país de la guerra”)
le dedica un apartado. En algún momento si el retorno a las tareas de la
coyuntura nos lo permite, le dedicaremos algún comentario a las Memorias.
Pero queríamos compartir este
fragmento de las conclusiones de la batalla de la Tablada (Córdoba-1829), la
primera batalla en la que Paz vence a Facundo Quiroga. Justamente fue el “Tigre de los llanos” el que
había definido con admiración a Paz diciendo que “es un general que gana batallas
con figuras de contradanza”. A lo largo de las Memorias, el mismo Paz no ahorra elogios para con sus enemigos de
quienes saca lecciones estratégicas. Quiroga no es la excepción y más de una
vez es tratado con respeto y admiración por “el manco”.
El fragmento refiere al valor que
Paz otorga a las batallas en su concepción general del arte militar. Por varios
comentarios que se repiten en las Memorias,
Paz había estudiado las innovaciones napoleónicas en el arte de la guerra.
De uno de estos comentarios se desprende una anécdota: para criticar (es un crítico ácido) al hoy “aceitoso”
General Dehesa, Paz citó a Napoleón para afirmar que por su tosquedad, Dehesa no llegaba ni si quiera a cuadrado "ya que tenía más base que altura”.
Aquí el fragmento, que además de algo de las concepciones militares muestra -con el estilo de la época- la potencia de su narrativa:
“Llegados al campo y reunidos con el resto del ejército se
repitieron las mutuas felicitaciones y los cánticos de triunfo: allí tuvieron
lugar esos enfrentamientos indescriptibles en que después de una gran batalla
se entregan los vencedores a unas emociones exclusivamente propias de una tal
situación; allí es donde se ocupan en referirse unos a otros con la mayor
cordialidad los peligros que corrieron, las acciones de los vivos, las virtudes
marciales de los que perecieron en el combate; se hace mención de la
disposición de los jefes y de los lances individuales en que se hallaron
comprometidos.
Se forman innumerables corrillos según las diversas
categorías militares sin que el hambre, la fatiga, la falta de sueño sean parte
a interrumpirlos. Mientras que el General medita profunda y quizá
silenciosamente, el fruto que puede sacar de las ventajas obtenidas, los jefes
disertan con tal cual reposo, los oficiales jóvenes charlan a más no poder y
los soldados discurren y refieren a su modo las aventuras de aquel día. Parece
que por algún tiempo durase la confusión de la pelea y que las cabezas
exaltadas se rehusasen al reposo o a un sentimiento más tranquilo. A excepción
de algunos charlatanes que procuran recomendarse por hazañas exageradas o
supuestas, a quienes no es difícil designar, se puede conocer a los que han
llenado cumplidamente sus deberes por el aire de sus semblantes en que
manifiestan estar satisfechos de sí mismos.
Una gran batalla abre una nueva Era para un ejército recientemente formado: por mucho tiempo ella es el objeto de las conversaciones: es el punto de partida y también el fin de todos los discursos: en ella se crean grandes reputaciones, y desaparecen otras que no estaban decididamente establecidas, o que habían sido usurpadas: se ven reclutas que por un valor extraordinario desplegado en el combate han corrido en un día una larga carrera, y se igualan a los más acreditados veteranos. En la clase de oficiales empiezan a percibirse esos destellos de genio y tino militar que algún día harán a algunos capaces de optar a los grados superiores. Los primeros momentos son todos por lo común de la patria, del honor, de la gloria, no es sino después que la envidia, la ambición inmoderada, la calumnia y otras pasiones innobles suelen asomar su horrible cabeza, con raras excepciones”.
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