GRECIA Y “LAS IZQUIERDAS”: UN BAÑO DE REALIDAD
Juan Dal Maso / Fernando Rosso
1.
Alentada por la crisis y desprestigio de la socialdemocracia histórica y la extensión hacia su propio "patio trasero", la Unión Europea resistió la crisis del neoliberalismo con más neoliberalismo. El Modell Deutschland como gran operación de propaganda en los estados del este de Europa fue durante estos años una de sus armas legitimadoras. Y así fue que mientras en otras partes del mundo resurgían ciertos "populismos", los altos mandos europeos siguieron todos estos años con la máxima acuñada en tierras riojanas: "ramal que para, ramal que cierra".
El ejemplo de Grecia ha puesto en evidencia qué tan lejos pueden llegar Alemania, Francia, el Banco Central europeo y el FMI en imponer mediante el chantaje y la extorsión un plan de ajuste salvaje, contra la voluntad de un pueblo entero. Esto despoja a su vez a la UE de cualquier halo "democrático" y consensual, por más parlamentos, foros y "comisiones" que inventen.
La posibilidad de que Grecia se convierta en un "Estado sin soberanía" es la expresión política de un proceso de retrogradación social a través del cual la política de la Troika se propone cambiar el status de Grecia como país, en términos más parecidos a los de una semicolonia o un capitalismo dependiente.
2.
Sin llegar a ser un "supraestado" con plenos poderes, la existencia de la Unión Europea y su intervención directa en la política de los "socios menores" como Grecia, plantea la necesidad de resignificar la vieja fórmula de Marx sobre que la lucha de la clase obrera era nacional por su forma pero internacional por su contenido. En la actualidad incluso la forma es un poco más internacional que en el pasado, obviamente sin haberse liquidado el rol de los Estados nacionales que está en la base de la crisis que atraviesa la UE. En su momento, Toni Negri utilizaba la figura de la "huelga metropolitana" que por decirlo sin mucha sutileza servía para unir clase obrera y multitud. Quizá debiera ser una conclusión de la tragedia griega la necesidad de una nueva forma de lucha que cada vez se acerque más a “la huelga continental”.
Los sindicatos, lejos de haber dejado de existir, no solamente existen sino que actúan como un aparato conservador, y no solo en Grecia, sino en el conjunto de Europa.
3.
La apuesta de Syriza fue llegar al poder como expresión electoral de un largo proceso de luchas obreras y populares, contra el cual el ajuste había ganado por cansancio y falta de perspectivas. Más que "hagan lío" le decía a sus fieles "síganme" que intentaré no defraudarlos, hasta que los defraudó en tiempo récord: de una semana a la otra. El fracaso de Syriza como experiencia de izquierda aggiornada es también la derrota de dos estrategias. Primero la de los que apostaron a reeditar un eurocomunismo light que, contra el viejo "esencialismo de clase" y "obrerismo", apostaba a una forma débil de hegemonía política sin hegemonía social. La “autonomía de la política” como factor unilateral y cargado de un valor sin límite. En criollo, muchos votos, poca estructura, escasa capacidad de movilización, nula construcción orgánica en la clase obrera y en las organizaciones de las clases subalternas en general. Esta estrategia fracasó precisamente por la falta de peso específico del "sujeto político" que decantó y marca las grandes debilidades del revival eurocomunista de moda estos últimos dos o tres años. Apenas llegaron a ilusionarse con el "tercer movimiento histórico" que ya estaban tragando -seis meses después!-, el sapo de la obediencia debida y el punto final. O la “solución final” que impone Merkel, al mando de la Europa del capital.
En relación con esta crisis más general de los "neo-reformismos" (también llamados “gobiernos antiausteridad”), está la de los "entristas" de todo tipo y color, que apostaban a que la experiencia gubernamental de Syriza fuera un punto de apoyo positivo para el desarrollo de una nueva oleada de luchas y movilizaciones, con la chispa encendida desde arriba. Como dijera un lejano Horacio González, otra vez se benefició más el "entrado" que el "entrista" y la oposición de izquierda dentro de Syriza quedó pedaleando en el aire, imposibilitada de presionar por izquierda a un gobierno que asumió como propia la política de la Troika, represión incluida. El premio fue su expulsión del gobierno. Alexis Tsipras echó de la plaza gubernamental a sus imberbes “montoneros”, tomando la comparación como metáfora en su justa medida y armoniosamiente. Y como si estuviera empeñado en representar la farsa de manera literal nombró un cómico al frente del Ministerio de Seguridad (¿Bienestar?) Social, perteneciente a la derecha de los “Griegos Independientes”.
4.
Más en general, el drama griego debería llevar a revisar seriamente la sobreproducción “teórica” en la que se basan las nuevas izquierdas (sobre todo Syriza y Podemos), y que podría sintetizarse en un gramscismo mal aprendido y leído bajo el prisma deformante de Ernesto Laclau. Los fundamentos de una estrategia que adopta la abstracción del “posicionalismo”, sin definir las “posiciones”. O, mejor dicho, que en última instancia reducen la posición a la ocupación del Estado al que se le da una importancia suprema. “Ganar en la política hegemónica es básicamente convencer del propio relato”, simplificaba Pablo Iglesias. Sin soja, ni petróleo en una situación geopolítica muy distinta, el “relato” y el “populismo” desnudan su debilidad espantosa.
Porque la cuestión, como decía Ellen Meiksins Wood es "quién será el portador del discurso (...) La primera respuesta es: nadie. O todos." (¿Una política sin clases? El post-marxismo y su legado, Ed. RyR Bs. As. 2013 pág.135).
En Grecia fueron todos y finalmente no fue nadie. El Estado definido como “la última esperanza de los pobres”, termina como la primera trinchera de avanzada de los ricos y especialmente de los alemanes.
Porque no existe una política sin clases, menos aún si se pretende emancipatoria. Se vuelve un arte de lo imposible, de negociaciones imaginarias, derrotas penosas y traiciones terriblemente reales.
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