Apuntes sobre la coyuntura y el pos-kirchnerismo
La
política y especialmente la apertura de la larga coyuntura electoral empiezan a
teñir el conjunto de la situación. El fracaso del cacerolazo del #13N estuvo
signado por esta realidad. Fue ninguneado por las corporaciones mediáticas y
por la oposición tradicional. Quedó reducido a su mínima expresión, al núcleo duro del gorilismo rabioso, que en
otras oportunidades se rodeó del malestar de una clase media más amplia y confundió
a más de un izquierdista ansioso de ver manifestaciones populares progresivas
en cualquier congregación de personas. Ni los más radicalizados entre los
diputados que adhieren al “cacerolismo” se hicieron presentes. Si quieren votos
tienen que alejarse de los energúmenos que se oponen al gobierno desde el lado
salvaje de la extrema derecha del escenario. Pero además, el grueso de los que
alguna vez participaron, están cruzados por dos experiencias. Primero, por el
hecho de que los anteriores cacerolazos no lograron imponer ninguno sus reclamos.
Y segundo, que empiezan a ilusionarse con lograr por la vía electoral un
gobierno más “propio”, dado el hecho de la inevitable partida de Cristina.
Incluso hasta el mal menor de la continuidad posible del oficialismo (Scioli)
no está para nada mal, según su punto de vista y de clase.
Es
que los grandes actores políticos, mediáticos y empresarios ya están apostando
a lo que venga después de la transición (buscando que sea lo más ordenada
posible). Y sectores de masas también, aunque no sea una “pasión” la discusión
sobre la sucesión, se percibe el final del kirchnerismo y hay que pensar en lo
que viene después. De ahí que la ausencia de Cristina por la internación no
haya tenido mayor relevancia en la vida nacional. Y que el ascenso de la
imagen positiva que marcan algunos encuestadores tenga que ver con el encanto
que genera el hecho de marcharse (el efecto contrario a lo que generaron los
intentos de re-re, una expresión deformada de un sano rechazo a las castas
perpetuas)
Entre
los trabajadores hay tendencias al reclamo salarial porque la inflación no cede,
combinado con luchas de vanguardia, pero también con cierto conservadurismo (a
nivel de masas) por la incertidumbre de la crisis, por el empleo y por la
acción de la burocracia sindical. También hay una experiencia con sus acciones
masivas (los últimos tres paros generales) que mostraron pronunciamientos contundentes y estados de ánimo políticos, pero no modificaron sustancialmente
la agenda, por las limitaciones que imponen las conducciones (en el último paro
fue más evidente esta contradictoria sensación). Cuando corre riesgo el empleo,
más seria, más organizada y más preparada (es decir más consciente) debe ser
una acción, justamente todo lo contrario a lo que hacen las conducciones
sindicales que subordinan los medios a sus fines políticos y a sus intereses de
casta y con eso limitan las fuerzas de las medidas.
Equilibrio precario
Toda
esta situación de cierta pasividad a nivel de masas tiene su base en el
precario control de la economía que viene logrando por ahora el gobierno,
emparchando las crisis estructurales emergentes del agotamiento del “modelo”. Esto
se hace con una combinación de dos políticas. Un arbitraje bonapartista
táctico, sobre todo para hacerse de los dólares que lo alejen de la imposición
de una nueva devaluación, y una apuesta estratégica de “apertura” (o entrega)
al capital internacional.
Para
lo primero, amplió
la oferta de divisas presionando a las cerealeras para que liquiden en el
último trimestre en 1.200 millones de dólares, obtuvo dólares por un monto
cercano a este valor con la licitación de licencias para el servicio de 4G, y
pudo concretar el primer tramo del canje de divisas con el Banco de China por
el equivalente a 814 millones de dólares. Llevó adelante controles sobre las operaciones de dólares ilegales y recientemente lanzó al mercado bonos
con la modalidad del “dólar
linked”, esto es con “seguro de riesgo por posible devaluación”.
Para
lo segundo, impulsó la Ley Chevron y abona el camino para negociar tarde o
temprano con los buitres y retomar la hoja de ruta del endeudamiento.
En
este marco, aunque no se pueden descartar los imponderables que siempre tiene
inscrita la Argentina precaria (lo sucedido en el Hospital
Posadas es una muestra); la combinación de entrada en la coyuntura
electoral y una apuesta a la sucesión, contención emparchada de la economía
(sin descartar que se pueda desmadrar), escenario de salida del kirchnerismo en
general y de Cristina en particular, caracterizan a la coyuntura. La política
burguesa ya no vive del presente, o mejor dicho, las luchas políticas del
presente están determinadas por los contornos que se le pretende dar al pos-kirchnerismo.
El mercado de las pulgas
Los
porqué del hecho de que después de la década kirchnerista, los candidatos con “electorabilidad”
sean tres
alumnos de la escuela menemista, lo hemos analizado en otras ocasiones,
aquí plantearemos cuales son sus estrategias u opciones hoy.
Massa
y Macri están en plena disputa por los radicales que parecen decididos a convertir a su histórica Lista 3 en el Código 15. Es decir, cumplir en el precario régimen político argentino -por lo menos en esta etapa- el papel de
soporte de otros partidos que cumple el PMDB brasilero, para luego intentar
reconstruir una futura y lejana estrategia nacional hacia el 2019. Los que
tienen votos necesitan territorio y los que tienen territorio necesitan
candidatos con votos que les permitan retener o recuperar territorio. Ese es el
negocio que no se embarca en estériles discusiones sobre “principios” o “programas”
que puedan entorpecer en laissez faire
del mercado de la política burguesa.
Esta
estrategia radical revienta y desfonda al FA-UNEN que vuelve a dejar a la intemperie a la
desilachada centroizquierda criolla.
En
el oficialismo, más allá de los pataleos
del kirchnerismo iluso, los planetas se alinean a favor de Scioli como
candidato de la unidad del peronismo. Es que presentar un candidato más
cristinista en la interna de las PASO,
en el recuento de porotos divide los votos individuales de cada uno de los
candidatos del peronismo oficialista, frente a las muy probables candidaturas únicas de Massa y
Macri. Y una mala performance nacional también pone en riesgo gobernaciones o
intendencias. Esto cargaría toda la responsabilidad de una posible derrota
sobre Cristina. Por el contrario, un acuerdo con Scioli, le permitiría colocar
diputados y otros puestos, para intentar sostener su corriente política después
del año que viene.
Frente
a esto, el kirchnerismo tiene algunos problemas. Uno: el mismo trance de
encumbrar a Scioli como continuador (con mayor y peor razón si gana) y seguir
llamándose “progresistas”. Dos: los realineamientos que pueden darse en el
peronismo bajo otro liderazgo. Si pierde, toda una fracción se preguntará quien
es la responsable de la derrota; si gana, quién es la madre de la criatura. Ya se
sabe quién tiene todos los números comprados en esa timba del peronismo
implacable.
Pero
además, esta opción no descarta del todo “la gran Menem”, es decir garantizar
su continuidad dentro de puestos legislativos y luego “apoyar” de tal manera a
Scioli que casi ni se note. “Hoy un
juramento, mañana una traición”, como tituló Página 12 luego de la reunión
en la que Menem le dio su, ejem… “apoyo” a Duhalde. Total, siempre se puede
decir, como dijo Alberto kohan por aquellos años: las “derrotas son de los partidos”
pero también “de los candidatos” (es decir, esencialmente de los candidatos)
El presente y el futuro
Cualesquiera
que sean los desenlaces (y todo mientras una crisis catastrófica no meta la
cola), habrá una disputa para la izquierda con cierto “kirchnerismo de la
resistencia”, que ya se adelanta en algunas batallas de hoy (en elecciones
universitarias, en la juventud en general o en sindicatos estatales); que como “herencia
político-cultural” no pasará de un avatar dentro de la gran casa del peronismo;
pero que disputará con la izquierda como corriente de centroizquierda con más
posiciones en el Estado y en organizaciones sociales que las que tenía
frepasismo.
Sin
restarle fuerzas a las luchas obreras que intentan frenar la avanzada de lo que
será un necesario ajuste que ya se comenzó a aplicar y que deberá profundizar
el próximo gobierno; esta dispersión histórica del peronismo y sus
contradicciones, la no recuperación del radicalismo y la crisis de la
centroizquierda; dan fundamento a la batalla política que tiene planteada el
Frente de Izquierda. Su postulación, desde ahora, como alternativa con un cada
vez más reconocido peso propio, fortalece sus posibilidades de emergencia para
encarar la lucha por franjas de masas. Lejos del rutinarismo conservador y
temeroso debe encarar la deliberación y el debate público sobre la estrategia
y la mejor combinación de representantes para dar esta pelea. Si verdaderamente
se cree que el presente es lucha y que el futuro... es nuestro.
Comentarios
Publicar un comentario