Horacio González y un museo de la lengua
Fernando Rosso
@RossoFer
El
diario La Nación publicó recientemente un reportaje al director de la
Biblioteca Nacional, Horacio González, quien es además uno de los principales referentes
del agrupamiento intelectual autodenominado Carta Abierta (La Nación, 22/11).
En
muchas ocasiones es una tarea difícil encarar un análisis puntilloso y holístico
de los escritos líricos del sociólogo y ensayista, que imprime su inconfundible
sello a los documentos que emite cada tanto el núcleo de intelectuales
kirchneristas.
Sin
embargo, en este caso, los conceptos vertidos por Horacio González tienen el
mérito de plasmar blanco sobre negro una lógica inmutable que aplican quienes
defienden incondicionalmente al Gobierno, y en los últimos tiempos tienen la ardua
tarea de justificar sus recurrentes giros a la derecha.
Una
leve y moderada distancia crítica siempre acompaña la operación central: salvar
el núcleo duro de la orientación del oficialismo y exculparlo de sus
responsabilidades. La inversión de las causas hacia las consecuencias y
viceversa, es el modo de encontrar fundamento para la justificación.
Desde
la emergencia del kirchnerismo existe un debate en torno a cuáles fueron los
motores de sus actos y los determinantes de su orientación política. Cuando en
los orígenes se denunciaba la operación pasivisante de apropiarse de
determinadas banderas que siempre le habían sido ajenas (derechos humanos,
difuso setentismo), con el objetivo restaurar el orden con el discurseo de un
poco de progresismo; los intelectuales kirchneristas respondían que su política
eran un genuino producto de la decisión (y hasta del “buen decisionismo”) del
gobierno y de sus líderes. Hoy, cuando se reconoce que gira a la derecha en sus
respuestas políticas hacia los más diversos temas de la vida nacional, sus
justificadores seriales dicen que está trágicamente determinado por “la sociedad”.
El
periodista pregunta: “¿No será que la sociedad giró un poco a la derecha?”
González contesta: “¿Y me lo decís vos, que trabajás en La Nación? ¡Claro que
giró a la derecha! ¿Y qué hace un gobierno de extracción popular? Ese gobierno
es lector de la sociedad. Lee pulsiones.”
Interpelado
por la incómoda figura de Daniel Scioli, González afirma: “No, no me
entusiasma, pero tampoco lo considero con desprecio. Es la expresión de una
buena parte de la sociedad argentina. Sus vacilaciones, su estilo aparentemente
distraído para las grandes definiciones, casi forma parte del carácter nacional
(…) Tiene, sí, una especie de don emanado de una cierta cortesía personal.”
Cuando
los gestos o las medidas aparentaban ir hacia la “izquierda”, los motores había
que buscarlos en una férrea voluntad
política que se colocaba a la vanguardia de la sociedad. Hoy que los giros son
a la derecha y en el 2015 se puede dar un gran salto cualitativo en la misma
dirección, hay que rastrear las responsabilidades y las causas últimas en los
movimientos capilares de una sociedad empecinada en girar pendularmente y no
ponerse a la altura del gobierno que la historia tuvo la generosidad de poner a
su disposición. Cuando se va presuntamente hacia adelante, los méritos son del
gobierno y del estado, cuando se producen supuestos retrocesos, la culpa es de la
sociedad.
Las
pulsiones, los miedos, el carácter, las vacilaciones y las distracciones de “la
sociedad” (¿qué diferencia hay con ese invento mediático al que se define como “la
gente”?), parece que expresan el presente argentino. Si no hay explicación
posible en la economía política se retrocede a la psicología de masas o al
costumbrismo para interpretar el rumbo social y político.
Una
sociedad que parece que se ha “piantao”, empieza a ver la luna rodando por
Callao y a la que los semáforos le dan tres luces naranjas.
El gobierno que
se merecen
Existe
un viejo aforismo liberal que refleja una concepción sobre la historia: un
pueblo tiene el gobierno que se merece. Sin embargo, la historia nos demuestra que
un solo y mismo pueblo (o sociedad) puede tener durante un período
relativamente breve, gobiernos muy diferentes. El secreto reside en que la
sociedad está compuesta de clases formadas por capas diferentes, parcialmente
opuestas unas a otras y que tienen distintas orientaciones. Los gobiernos no
son la expresión de la "madurez" o “inmadurez” de una un "sociedad",
sino el fruto de la lucha. En última instancia son un producto de la relación
de fuerzas y de lo que estén dispuestos a realizar con ella.
Por
esto, Daniel Scioli, tan cortés y caballero, no es el resultado de las locas pulsiones
y los miedos de una sociedad a la que le falta un Diego Peretti que la ponga en terapia,
sino el hijo directo de la orientación del kirchnerismo. O en todo caso, los
miedos, las “pulsiones” y las tendencias que manifiestan franjas de la sociedad
son el resultado de esas políticas. Dentro de las luchas que se producen en "la sociedad”,
el gobierno se posicionó del lado de las que llevaban indefectiblemente hacia
Scioli (devaluación, Chevron, Berni, Insaurralde y un largo etcétera). Es más, hay algunas malas lenguas que afirmaron que el
kirchnerismo se había “sciolizado”.
¿Y Cristina?
Esa
es la última pregunta del periodista. “Cristina es una gran buceadora de las
lenguas internas que habitan una sociedad” responde semióticamente González. Y
explica “en este caso, la lengua interna sería el miedo. El miedo no entendido
sólo como un asalto. El miedo ante tus expectativas de vida. Hay un miedo
antropológico en la sociedad argentina. Ella lo ha captado.”
En
sus expediciones, Cristina podía haber rescatado las lenguas expresadas en los
reclamos de la madre de Luciano Arruga, por ejemplo, o de los padres Franco
Casco, ambos asesinados por el gatillo fácil y un producto de esas malditas
policías tan sciolistas que existen en todas las provincias; de los que
reclaman por sus puestos de trabajo (Lear); o de aquellos que piden por un
salario, licuado crecientemente por la inflación.
Parece
que la experta buceadora se inclina siempre por las mismas regiones del mar de la
sociedad o de “la gente”, esa zona donde habita una misma clase de lengua.
Porque todas las lenguas son iguales, pero algunas son más iguales que otras. Y
la intelectualidad kirchnerista parece resignarse a la lengua del sciolismo y
cargar todas las culpas de su capitatulación sobre la sociedad.
Comentarios
Publicar un comentario