Córdoba, el “voto líquido” y el nuevo escenario

Columna de opinión en la edición impresa de diario Alfil, miércoles 2 de noviembre de 2011 


Fernando Rosso
frossocba@gmail.com

Años inciertos le esperan a Córdoba, a pesar de las certezas que muchos creyeron ver en los resultados de la maratón electoral de este año. El triunfo delasotista en las elecciones provinciales, mestrista en la ciudad capital y finalmente, el primer lugar para Cristina Fernández en las presidenciales abrieron todo tipo de conjeturas sobre el presente político de la Docta.
La Córdoba siempre díscola e irredenta marca nuevamente su “matiz” en el escenario nacional y confunde a los eternos observadores de la apariencia.

Voto “líquido” o voto conservador

Para algunos fue un signo de madurez de una nueva ciudadanía inteligente y racional que, por fin, “aprendió” a votar de manera diversa y quiso encumbrar en el gobierno provincial por tercera vez a De la Sota, que esta vez fue “José Manuel”. Luego, en el gobierno municipal a “Ramoncito”, el hijo. Y finalmente, a Cristina Fernández le dio la mayor cantidad de votos que haya tenido el kirchnerismo históricamente en Córdoba y que le aportaron a la marcada diferencia que obtuvo nacionalmente con respecto a sus contrincantes. Una especie de “voto líquido”, parafraseando a Sigmund Bauman, en su definición de las sociedades contemporáneas.
Sin embargo, un análisis un poco más mundano registra que en el caso de la elección para gobernadores y legisladores provinciales, como en la presidencial, el racionalismo del voto cordobés fue otro. Y estuvo determinado por la conservación de ciertas mínimas condiciones de vida que el crecimiento económico nacional, del que Córdoba también fue parte, le permitieron obtener a una sociedad que todavía tiene presente en su memoria colectiva, la hecatombe de la crisis catastrófica de principios de esta década. A la debacle social del 2001, Córdoba le aportó el plus del hundimiento de uno de los motores de su economía provincial: la industria automotriz que expulsó a miles a la intemperie de la desocupación, en el marco de un cementerio industrial.
Más que líquido o conformista, fue esencialmente un voto conservador. No fue una adhesión al efímero “cordobesismo”, como tampoco al “proyecto” ni al relato Nac&Pop. Más pragmático que ideológico, cargado con la ilusión de que todo siga más o menos igual.

Juez, Carrió y la política como (de)construcción mediática

 La derrota vergonzante y el triste y solitario final del “fenómeno” Carrió,  tuvo su expresión peculiar a nivel provincial. La crisis de la política tradicional que sintetizó el “que se vayan todos”, abrió grietas para los más diversos experimentos montados sobre la justa bronca de una sociedad que rechazaba, no sólo a los representantes, sino a la política misma. El “denuncialismo” mediático encontró un lugar  en ese vacío en la escena dejado por el 2001. Tanto Carrió, como Juez, que llegaron a ir juntos en la provincia en las elecciones del 2009, pasaban de la centroizquierda a la derecha de acuerdo a la coyuntura del humor social y mediático, siguiendo el instructivo de la última encuesta. En el caso del cordobés, del kirchnerismo crítico al antikirchnerismo, de Binner a Pino Solanas y viceversa. Hasta cierta izquierda elástica se sumó a último momento al cambalache juecista. Una forma de organización, sin organización, que reinó internacionalmente bajo la noche negra de la “restauración neo-liberal” y que afectó de alguna u otra manera a todos los partidos, dentro de los cuáles el “lili-juecismo” fue una expresión extrema.

¿Nuevo bipartidismo?

Con la misma lógica de pensar la Córdoba a “contramano”, muchos afirman que mientras el país va a la “hegemonía” unipartidaria, con esa costumbre pseudo-intelectual de hacer un mal uso de un “gramscismo a la carta”, en Córdoba se estaría retornando a un bipartidismo.
Sin embargo, el triunfo de Ramón Mestre, tiene menos que ver con el sueño renacentista de los correligionarios, que con el aparente trágico destino de una ciudad que las últimas administraciones convirtieron en poco menos que inhabitable. Una gran urbe que se derrumba desde sus mismas estructuras, más allá de los “espectaculares” adornos como el nuevo Centro Cívico.
Algo debería decirles a los exitistas de la boina blanca, el hecho de que haya sido uno de los intendentes menos votados de la historia, además de la escasa cosecha de Aguad en la elección provincial y la más pobre aún de “Ricardito”, el otro hijo, en la del 23 de octubre.

La oposición realmente existente

El “enigma” de la deuda provincial, donde lo único certero es que está por las nubes (rondaría los 20 mil millones de pesos), la amenaza siempre latente de la dependencia brasilera de la industria automotriz (donde va el 85% de su “milagro”) y el tembladeral global que apunta a la baja, en precio o en volumen de exportación, a los productos de la agroindustria, marcan la agenda de los nuevos tiempos.
Las suspensiones, todavía parciales en varias fábricas (en Renault, empezaron en noviembre), el largo conflicto de la salud en la provincia (con tomas puntuales en algunos hospitales y amenazas de generalización) y, por último, de los monotributistas en la municipalidad, adelantan la tónica de la nueva situación.
No hubo “cheque en blanco”, ni para el ahora astutamente rebautizado “Kordobesismo”, ni para el cristinismo y mucho menos para Mestre.
El carácter volátil del voto “líquido”, manifiesta más la escasa adhesión a los proyectos políticos de la oferta tradicional, que una presunta madurez y el renacimiento de un nuevo régimen de partidos estable. La “oposición” vendrá de la “cuestión social”, cuánto pueda traducirse esto en términos políticos será el desafío de los años por venir.

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