Sindicalismo y “cristinismo” en la nueva etapa

Columna en Diario Alfil 30/11/2011





Fernando Rosso

Se aceleraron los tiempos de la pulseada entre Cristina Fernández y la fracción sindical que responde a Hugo Moyano, por ahora, Secretario General de la CGT.
En esta compulsa se cumple la regla sentenciada por el popular aforismo de que “la primera víctima en la guerra es la verdad”. Las crónicas hablan de reuniones “destituyentes” de sectores que pretenden la retirada anticipada de Moyano, cónclaves secretos de dirigentes que hasta ayer eran férreos enemigos, gestos de funcionarios hacia nuevos jerarcas que se anuncian como reemplazantes, intrigas y rumores de todo tipo y color que radicalizan o contemporizan el enfrentamiento, de acuerdo a cuál de los monopolios mediáticos publique la noticia.
Desentrañar el sustrato materialmente real de la disputa de poder y los intereses profundos que se juegan, no es tarea fácil en el cruce de relatos interesados que interpretan este momento  bisagra de la coalición gobernante.
Es que efectivamente, la dirigencia sindical y especialmente su fracción moyanista, fue clave en sostener la estabilidad de las distintas coaliciones armadas en los años kirchneristas y los últimos movimientos tácticos encarados en su etapa “cristinista”, no están exentos de audacia rayana con la aventura.
Se dejó que pasaran los ensayos de la “transversalidad” y la “concertación plural” que fueron útiles para cautivar a cierto progresismo, pero no para reconstruir un sistema político estable luego de la implosión del 2001. Y mientras el peronismo alquilaba “el piso de arriba” de la superestructura política, para estos fracasados experimentos de laboratorio, el “piso de abajo”, es decir el poder real, cumplía su rol de contención y de orden.
La dirigencia sindical encabezada por Moyano fue clave en esta estructura de poder y en cierta medida merece su lugar entre los “arquitectos” del modelo. La temprana formación del “bloque devaluacionista”, que enfrentó a la Alianza y en el mismo movimiento fue garantía para bloquear la unión en la calle del movimiento obrero organizado y los “piquetes y cacerolas”, durante los convulsivos años de la crisis.  Luego el aval disciplinado a la misma devaluación duhaldista, para pasar a los años de la contención de “paritarias razonables”. Todos aportes sustanciales del moyanismo a los gobiernos K y a su proyecto. Y a decir verdad, cumplió su tarea con “lealtad”, concepto tan caro en el imaginario peronista, así como tantas veces negado bajo fundamento de otro aforismo adjudicado al mismo Perón: “el que avisa no traiciona”.
Y quizá en aquel acto cegestista de River en octubre del 2010, estuvo el “aviso” de Cristina, cuando le respondió a Moyano que no hacía falta “soñar” con un trabajador en la Casa Rosada, porque ella “trabajaba desde los 18 años”.

Mala “sintonía” con Moyano

La anunciada nueva etapa de “sintonía fina”, incluye dentro de los planes del gobierno un necesario recambio en su alianza con el sindicalismo.
En el trazo grueso de las tendencias del movimiento sindical, hasta ahora podían divisarse cuatro sectores: el moyanismo aliado al gobierno, los “gordos” duhaldistas y ex menemistas de lo más granado del sindicalismo empresario noventista, los independientes no muy diferentes a los anteriores aunque con menos llegada y alineamiento con el kirchnerismo y por último, el “sindicalismo de base” de minorías intensas en centros nodales de fábricas o servicios, opuesto a las otras tres tendencias.
El gobierno en su nuevo giro pretende apoyarse y concretar una nueva alianza con sectores del sindicalismo “independiente”, representados por la UOM o la UOCRA, junto a un sector de los “gordos” (SMATA), todos dispuestos a imponer el número mágico del 18% en las paritarias, sin exigir mucho a cambio, más que algunos “favores” y la conveniencia de cobijarse bajo el poder político y de esta manera menguar el poder de Moyano.
En su afrenta contra el ahora “compañero Secretario General de la CGT” (que antes era “Hugo”), manda hacia el “frente único” corporativo a las tendencias que hasta hoy eran “irreconciliables”. En este marco surgen las versiones de la nueva alianza entre Moyano y Barrionuevo. Por supuesto que “de paso” también ataca al sindicalismo de base, en última instancia, un peligro mayor para el gobierno, si se fortalece en medio de la actual “rosca”.
No podemos constatar la existencia de estos presuntos nuevos pactos, pero se ajustan a lo que los abogados llaman la comprobación de la “verosimilitud del derecho”, es decir, en la lógica de los acontecimientos.
Cristina Fernández y su grupo de asesores opinan que el 54% le dan la fortaleza necesaria para lanzarse a esta reconfiguración de la alianza con una de las patas de la coalición, impuesta también por las necesidades de los coletazos de la crisis internacional y los límites que comienza a encontrar la maravilla del “modelo”. Se acabó el “nunca menos” y el futuro promete bastante menos.
Pero el combo que prepara el “cristinismo” para el 2012, que combina la eliminación de subsidios con su correspondiente consecuencia para la inflación y la contención de las paritarias al 18%, más una resquebrajada alianza con un sector de peso del movimiento sindical como el moyanismo (e incluso su posible paso a la oposición) y por abajo una nueva representación que se expande sobre la base la crisis de la vieja dirigencia, hablan de un mal cálculo (en criollo una “subida al caballo”) del cristinismo que hasta ahora, además de un importante caudal voto “líquido”, sólo cuenta en la tropa propia con jóvenes de dudosa trayectoria, por más ahora también prometan vocingleramente dar “la vida por Cristina”. 

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