Peronismo, "sheriffs", héroes y traidores


La "batalla cultural" se convirtió en guerra sucia conurbana o en un combate armado contra la juventud. La "vuelta de la política" terminó en el regreso de los muertos vivos del punterismo territorial que marcan la agenda de la campaña electoral, custodiados por patovicas con hambre de palos y balas. La herencia de la década ganada se corona con un retorno de un duhaldismo recargado.
Cuando se nacionaliza y se lleva al extremo el municipalismo se acerca a alguna forma de menemismo, por eso el kirchnerismo para competir mimetizado con Massa, pone como jefe de campaña a un menemista. Y cuando se territorializa se fusiona y se confunde con la Bonaerense. El pejotismo puro y duro (como partido-que-maneja-el-aparato-del-estado), sale a escena con sus brazo armados, para aplicar su "garantismo": garantizar el orden, la paz y la administración, cuando pueden comenzar a vivirse las consencuencias de un fin de ciclo lento y "simulado", pero difícilmente reversible. El "intendente-sheriff" por abajo, es la contracara de la "moderación" massista por arriba y su irrupción, expresión de que la táctica de "copiar al adversario" es insuficiente para ganarle a Massa y por ende se busca hacer un "vuelco dramático" por el lado de la "lucha contra la delincuencia".
Cuánto de interna real (rebelión de los mazorqueros contra el "chamuyo de los derechos humanos") o de circo armado (instalar a Insaurralde a partir de la polémica a lo "titanes en el ring", lo cual no es muy inteligente porque refuerza la idea de que el gobierno es un lío, mientras Massa es un tipo moderado) tienen las diferencias que aparecen hoy entre los "ultra K" por un lado y Scioli, Insaurralde y aparato bonaerense por el otro; no es tan importante como la propia existencia del "debate". Muestra en potencia la "solución final" del peronismo para la crisis social "territorial" (y también frente a la amenaza de "insurgencia obrera"). 
El discurso del kirchnerismo es desplazado del centro de la escena y toman su lugar los poderes fácticos que ellos ayudaron a mantener y a reproducir. 
Los primeros signos de "autonomía" comenzaron con la burocracia sindical, que era expresión distorsionada de la relación tirante del gobierno con el nuevo movimiento obrero, hoy en tensa "calma", siempre en zona de riesgo.
Luego de la derrota fueron los gobernadores que abrieron sus brazos al "traidor" de Scioli y comenzaron a darle forma a nueva "liga" de los feudales; no hay que olvidar que en las PASO sufrieron derrotas en sus provincias de la mano del kirchnerismo.
Y ahora los mazorqueros levantan vuelo entusiasmados por el discurso habilitante que viene desde el centro mismo del progresismo impotente y derrotado.
De acuerdo a los ritmos de la economía o a los resultados de octubre, los tiempos de los acontecimientos políticos acelerarán o enlentecerán las tendencias en curso. 
Como en el cuento de Borges este drama también "transcurre en un país oprimido y tenaz". El traidor (Scioli y el pejotismo) se convirtió en héroe. Cuándo volverá nuevamente a convertirse en traidor, es sólo una cuestión de tiempo.
Esta derechización no hará, por otro lado, más que multiplicar las responsabilidades del Frente de Izquierda, que debe prepararse para estos acontecimientos y levatar la estrategia unidad de la clase trabajadora con los pobres de las grandes barriadas, contra el aparato punteril-policial-sindical que nunca se fue.
Fernando Rosso y Juan Dal Maso

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