Cristinismo, peronismo, ninguneo y un elogio de la clase obrera
"El Cuarto Estado" Giuseppe Pellizza da Volpedo |
Pero no es en este debate, sino en el apartado en el que se reflexiona sobre el kirchnerismo, en el que nos queremos centrar.
Entre los entrevistados hay un acuerdo general, aunque se utilicen distintos sistemas conceptuales, en la función restauradora del kirchnerismo, la contradicciones entre su discurso y su política y los límites que enfrenta el "modelo". Claudio Katz es una voz disonante que se ilusiona con ver en el kirchnerismo alguna variante de "cardenismo" o aunque sea de "chavismo", pero está flojo de papeles para fundamentar esa lectura.
La reflexión nos llevó nuevamente a estos interrogantes: ¿cuáles son las fuerzas sociales en las que se apoya, (o frente las cuales "arbitra") el kirchnerismo?, o ¿cuál es la base estructural de su coalición política y cuáles sus fortalezas y debilidades en el presente?
Hay una acuerdo general en que el kirchnerismo sumó su trágico fracaso propio, a la larga historia de fracasos argentinos en la pretensión de dar nacimiento a una "burguesía nacional".
Como hemos definido, en su estrategia restaruradora, el kirchnerismo arbitró entre el conjunto de las fracciones de la burguesía, por un lado (con la devaluación favoreció a los exportadores, con los subsidios a los "perdedores" de la salida de la convertibilidad) y los distintos sectores del movimiento obrero y de masas, por el otro (con las paritarias para recuperar el salario luego del saqueo de la devaluación y con la asistencia social a los más empobrecidos). Todo esta política fue posible por las excepcionales condiciones internacionales, tanto económicas (por la posibilidades de exportación de conmodities) como políticas (por el cierto debilitamiento de las cadenas de un imperialismo en crisis).
Esas condiciones comenzaron a agotarse en 2007, se recuperaron relativamente en 2010 y 2011 y retomaron su tendencia decreciente en 2012, aunque todavía no se desarrollen de manera aguda. El año que comienza se presenta como un intermedio entre el catastrófico 2009 y el extraordinario 2011, desde el punto de vista de las posibilidades de crecimiento, pero con agravantes como la inflación, la falta de inversión (ambas causas de la pérdida o falta de competitividad de la economía argentina); o crisis estructurales varias, como la energética o la del transporte.
El cristinismo, a diferencia del kirchnerismo de los orígenes (y ni hablar del peronismo clásico), parece decidido enfrentar la última etapa de su segundo gobierno marginando al movimiento obrero y a la burocracia sindical de su coalición. Su apuesta, tan audaz como gorila, es una combinación de:
1) Además del control del Estado nacional, la subordinación de los aparatos sub-nacionales del estado (gobernadores e intendentes) vía un "bonapartismo fiscal" limitado, pero todavía con capacidad de coacción;
2) Una construcción de una base social-política "líquida" o como afirma Eduardo Lucita, la apuesta por un "sujeto social mucho más diverso en el que apoyarse y con el cual establecer una relación directa líder-masas, en el cual los trabajadores son una parte más del todo (...)"
Si hay un "mal" de nuestros tiempos pos-Restauración Conservadora, más conocida en el mundo como "neoliberalismo", y que recorre todo el arco desde la derecha hasta, lamentablemente, gran parte de la extrema izquierda, es la subestimación del movimiento obrero en tanto clase con potencialidad emancipatoria.
El primer peronismo fue una contención preventiva de las posibilidades explosivas del movimiento obrero y en el mismo acto el reconocimiento a regañadientes de su insoportable presencia. Creó los caminos para la incorporación pacífica de la clase obrera, en tanto "ciudadanos", a la República burguesa moderna, lo que implicó en el mismo acto la resignación y la negación de su radicalidad emancipatoria, como clase con capacidad hegemónica, que podía poner en cuestión a esa misma República burguesa. Así y todo ni el peronismo, ni el régimen en su conjunto, pudieron evitar nuevas irrupciones violentas del movimiento obrero a lo largo de la segunda mitad del siglo XX argentino pos-peronista. A tal punto que para jugar su rol de gran partido de la contención debió crear (o dejar correr) a su izquierda ese oxímoron que en los sesenta y setenta se llamó "peronismo revolucionario".
Como afirma Guillermo Almeyra "el gobierno de Perón tenía dos patas: la burocracia sindical, sometida como corporación al aparato del Estado, la cual controlaba al movimiento obrero, que lo apoyaba; y la mayoría del ejército (...)". Y afirma que el cristinismo, a diferencia del peronismo, se apoya en un "doble vacío": el que deja la desunión y desprestigio de la oposición y el que afirma que existe a su izquierda (y comienza sus críticas abstractas a la izquierda "en general"). Creemos que Almeyra subestima las condiciones estructurales objetivas que le dieron, hasta ahora, capacidad de maniobra al kirchnerismo para llevar adelante un tímido reformismo, hoy en agotamiento. Y, hay que decirlo sin vueltas, tiene escasa idea de lo que sucede en la izquierda. Pero tiene razón en que hay mucho "vacío" en las bases de apoyo de la "hegemonía" cristinista, que extrae gran parte de su fortaleza de las debilidades de la oposición burguesa.
Esta subestimación de la clase obrera, que fue en cierta medida mundial, tenía cierta base material en las derrotas que sufrió en los últimos 30 años y de las que todavía paga consecuencias. Pero el retorno del movimiento obrero a nivel internacional fue cambiando la escena contemporánea. Si hay una clase que confirmó a lo largo de su historia la máxima clausewitziana que sentencia el permanente "derecho a la resurrección de los vencidos", recuperándose de derrotas mucho más profundas que la sufrida en la noche de los tiempos neoliberal, esa es la clase obrera.
El ninguneo pedante y pequeñoburgués del movimiento obrero por parte del cristinismo, es el aspecto menos peronista, más frepasista (o alfonsinista, como afirman varios de los entrevistados) y la más peligrosa fuente de posibles errores estratégicos.
El 20N, el hecho más significativo de este año, fue sólo un aviso de la potencialidad y peligrosidad para el orden existente del retorno del proletariado, actuando como clase. El año que entra y los que vienen prometen nuevos despliegues e irrupciones de "el verdugo en el umbral". Nuestra apuesta estratégica, ahora más que nunca, frente al ninguneo generalizado, sigue siendo el combate porque "El cuarto estado" (ver ilustración) se convierta en sujeto político revolucionario.
PD: saludamos a todos los lectores y seguidores del blog en este fin de año. Aprovechamos para agradecer los comentarios y las críticas, muchas veces injustamente no respondidos, en general por falta de tiempo, pero siempre más que bien recibidos. Salud!
Entre los entrevistados hay un acuerdo general, aunque se utilicen distintos sistemas conceptuales, en la función restauradora del kirchnerismo, la contradicciones entre su discurso y su política y los límites que enfrenta el "modelo". Claudio Katz es una voz disonante que se ilusiona con ver en el kirchnerismo alguna variante de "cardenismo" o aunque sea de "chavismo", pero está flojo de papeles para fundamentar esa lectura.
La reflexión nos llevó nuevamente a estos interrogantes: ¿cuáles son las fuerzas sociales en las que se apoya, (o frente las cuales "arbitra") el kirchnerismo?, o ¿cuál es la base estructural de su coalición política y cuáles sus fortalezas y debilidades en el presente?
Hay una acuerdo general en que el kirchnerismo sumó su trágico fracaso propio, a la larga historia de fracasos argentinos en la pretensión de dar nacimiento a una "burguesía nacional".
Como hemos definido, en su estrategia restaruradora, el kirchnerismo arbitró entre el conjunto de las fracciones de la burguesía, por un lado (con la devaluación favoreció a los exportadores, con los subsidios a los "perdedores" de la salida de la convertibilidad) y los distintos sectores del movimiento obrero y de masas, por el otro (con las paritarias para recuperar el salario luego del saqueo de la devaluación y con la asistencia social a los más empobrecidos). Todo esta política fue posible por las excepcionales condiciones internacionales, tanto económicas (por la posibilidades de exportación de conmodities) como políticas (por el cierto debilitamiento de las cadenas de un imperialismo en crisis).
Esas condiciones comenzaron a agotarse en 2007, se recuperaron relativamente en 2010 y 2011 y retomaron su tendencia decreciente en 2012, aunque todavía no se desarrollen de manera aguda. El año que comienza se presenta como un intermedio entre el catastrófico 2009 y el extraordinario 2011, desde el punto de vista de las posibilidades de crecimiento, pero con agravantes como la inflación, la falta de inversión (ambas causas de la pérdida o falta de competitividad de la economía argentina); o crisis estructurales varias, como la energética o la del transporte.
El cristinismo, a diferencia del kirchnerismo de los orígenes (y ni hablar del peronismo clásico), parece decidido enfrentar la última etapa de su segundo gobierno marginando al movimiento obrero y a la burocracia sindical de su coalición. Su apuesta, tan audaz como gorila, es una combinación de:
1) Además del control del Estado nacional, la subordinación de los aparatos sub-nacionales del estado (gobernadores e intendentes) vía un "bonapartismo fiscal" limitado, pero todavía con capacidad de coacción;
2) Una construcción de una base social-política "líquida" o como afirma Eduardo Lucita, la apuesta por un "sujeto social mucho más diverso en el que apoyarse y con el cual establecer una relación directa líder-masas, en el cual los trabajadores son una parte más del todo (...)"
Si hay un "mal" de nuestros tiempos pos-Restauración Conservadora, más conocida en el mundo como "neoliberalismo", y que recorre todo el arco desde la derecha hasta, lamentablemente, gran parte de la extrema izquierda, es la subestimación del movimiento obrero en tanto clase con potencialidad emancipatoria.
El primer peronismo fue una contención preventiva de las posibilidades explosivas del movimiento obrero y en el mismo acto el reconocimiento a regañadientes de su insoportable presencia. Creó los caminos para la incorporación pacífica de la clase obrera, en tanto "ciudadanos", a la República burguesa moderna, lo que implicó en el mismo acto la resignación y la negación de su radicalidad emancipatoria, como clase con capacidad hegemónica, que podía poner en cuestión a esa misma República burguesa. Así y todo ni el peronismo, ni el régimen en su conjunto, pudieron evitar nuevas irrupciones violentas del movimiento obrero a lo largo de la segunda mitad del siglo XX argentino pos-peronista. A tal punto que para jugar su rol de gran partido de la contención debió crear (o dejar correr) a su izquierda ese oxímoron que en los sesenta y setenta se llamó "peronismo revolucionario".
Como afirma Guillermo Almeyra "el gobierno de Perón tenía dos patas: la burocracia sindical, sometida como corporación al aparato del Estado, la cual controlaba al movimiento obrero, que lo apoyaba; y la mayoría del ejército (...)". Y afirma que el cristinismo, a diferencia del peronismo, se apoya en un "doble vacío": el que deja la desunión y desprestigio de la oposición y el que afirma que existe a su izquierda (y comienza sus críticas abstractas a la izquierda "en general"). Creemos que Almeyra subestima las condiciones estructurales objetivas que le dieron, hasta ahora, capacidad de maniobra al kirchnerismo para llevar adelante un tímido reformismo, hoy en agotamiento. Y, hay que decirlo sin vueltas, tiene escasa idea de lo que sucede en la izquierda. Pero tiene razón en que hay mucho "vacío" en las bases de apoyo de la "hegemonía" cristinista, que extrae gran parte de su fortaleza de las debilidades de la oposición burguesa.
Esta subestimación de la clase obrera, que fue en cierta medida mundial, tenía cierta base material en las derrotas que sufrió en los últimos 30 años y de las que todavía paga consecuencias. Pero el retorno del movimiento obrero a nivel internacional fue cambiando la escena contemporánea. Si hay una clase que confirmó a lo largo de su historia la máxima clausewitziana que sentencia el permanente "derecho a la resurrección de los vencidos", recuperándose de derrotas mucho más profundas que la sufrida en la noche de los tiempos neoliberal, esa es la clase obrera.
El ninguneo pedante y pequeñoburgués del movimiento obrero por parte del cristinismo, es el aspecto menos peronista, más frepasista (o alfonsinista, como afirman varios de los entrevistados) y la más peligrosa fuente de posibles errores estratégicos.
El 20N, el hecho más significativo de este año, fue sólo un aviso de la potencialidad y peligrosidad para el orden existente del retorno del proletariado, actuando como clase. El año que entra y los que vienen prometen nuevos despliegues e irrupciones de "el verdugo en el umbral". Nuestra apuesta estratégica, ahora más que nunca, frente al ninguneo generalizado, sigue siendo el combate porque "El cuarto estado" (ver ilustración) se convierta en sujeto político revolucionario.
PD: saludamos a todos los lectores y seguidores del blog en este fin de año. Aprovechamos para agradecer los comentarios y las críticas, muchas veces injustamente no respondidos, en general por falta de tiempo, pero siempre más que bien recibidos. Salud!
Este comentario me gusta. Es una pieza literaria que reconforta la militancia y llena de fortaleza la mirada en el futuro. Tengo un hijo del FPDS que me cuenta la crisis que están atravesando. El la atribuye a un forcejeo de hegemonías internas, a que no pudieron construir una alternativa al kirchnerismo y extiende este lapidario balance a la izquierda, a toda la izquierda, incluidos los trotskos del PTS. A mi se me parte el alma porque veo en crisis un militante honesto que ha puesto mucho de su tiempo y entusiasmo en esa alternativa. Hasta saco últimamente en Psicología de Rosario mil ejemplares de una Revista (La Oreja)en la que me consta trabajo mucho y puso plata. Ahora anda repitiendo que con los piquetes no hacemos nada. El Frente ya no existe. El Frente se rompió. Pero tengo que hacerle comprender que no ha toda la izquierda le ha ido de la misma manera. Que alguien puso énfasis en los trabajadores, retomando las enseñanzas teóricas que la historia confirmó, y no esta sacando ese balance. Por el contrario puede exhibir avances, logros concretos, que no lo transforman en un referente de masas, pero tampoco esta retrocediendo. Aunque parece que la crisis no lo afecta al extremo de provocarle una decepción, o bajón anímico, a mi me da pena estar comprobando con mis ojos una victima de malas estrategias políticas. La crisis en el Dario Santillan que se expresa en este articulo, es una confirmación directa de lo que escuche a mi hijo a penas llego a casa para pasar el fin de año. Pero no es esta crisis una confirmación de la justeza de tantas invitaciones a revisar posiciones en muchas circunstancias de la militancia, por parte del PTS? Y si seguimos acopiando antecedentes de crisis del autonomismo no nos olvidemos de Luis Zamora y su Partido.
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