Lecturas de verano: Mankell y "El Chino"


Es ampliamente conocido que el género policial es uno de los más populares de la literatura mundial. Cuando Borges escribió junto a Bioy Casares los Seis problemas para Don Isidro Parodi, una parodia (la redundancia fonética no es casual) del género, hizo una lectura particular del nacimiento del policial. En una conferencia que luego se introdujo como prólogo de este libro, decía que Edgar Allan Poe en realidad no sólo había creado un género con su clásico "Los crímenes de la calle Morgue", sino que había engendrado un tipo especial de lector, lo que era un mérito mayor aún. Sí, Poe había creado un lector desconfiado, lleno de sospechas, que lee con incredulidad, con suspicacia, una suspicacia especial. Así, según Borges,   un lector de policiales que baja de otro planeta y le informan que "El Quijote" es en realidad un policial, cuando se encuentra con que "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre prefiero no acordarme...", comienza a preguntarse ¿cuál es ese lugar?, ¿por qué Cervantes prefiere no acordarse?, seguramente alguna complicidad tiene con aquello que sea que haya sucedido en ese  perdido (o escondido) lugar de la Mancha.... y así continúa su periplo (o su "pesquisa") por El Quijote en busca de descifrar el enigma, por caminos seguramente aterradores.
De Poe y Wilkie Collins hasta Stieg Larsson y su trilogía sobre "Los Hombres que no amaban a los mujeres", hay un largo camino recorrido por un género que produjo una pasión en esos lectores creados por el primero, entre los que nos encontramos. Conan Doyle y el genio intelectual y un poco aristocrático de su Sherlock, el clásico de la época limpia de la "novela-problema", donde la escena del crimen nunca estaba presente, lo central eran las capacidades intelectuales para resolver el enigma con el uso racional de la inteligencia, en una época de certezas de las ciencias positivas y de confianza burguesa en la fuerza de la "Razón". Maurice Leblanc y su más mundano y hasta "lúmpen" Arsenio Lupín, un anti-Sherlock que trabajaba con la intuición y la astucia, más que con la razón. Chandler y su Marlow que junto a Hammet y otros inauguran el policial negro estadounidense y desde algún punto de vista la etapa crítica del género, donde se confunden buenos y malos, donde la ley no se sabe muy bien donde está y el Estado pasa de gran "Leviatán" y gran criminal. Expresión de la crisis de los años 20 y 30, la ley seca, el crimen organizado y el irracionalismo de la Gran Guerra.
En Latinoamérica tenemos a Leonardo Padura (famoso últimamente por su novela sobre Trotsky y su sicario), a quién su Mario Conde le permitió retratar (y denunciar) las contradicciones de la vida política y cotidiana de su Habana contemporánea. Mankell nos relata las historias de Kurt Wallander y saca a la luz lo que la Suecia moderna pretende esconder bajo la alfombra. En la misma línea Stieg Larsson que llevó a una fama mayor al policial sueco, nos regaló a Lisbet Salander, una vengadora de los martirios que sufren las mujeres y ella misma en la siempre, en apariencia, "pacífica" y "tranquila" Suecia.
Rodolfo Walsh, un amigo de la casa, a quién parafraseamos y homenajeamos con el nombre de este blog, supo valerse del género para las más profundas denuncias de los crímenes sociales y políticos cometidos en este país.
Ernest Mandel fue entre los marxistas, uno de los que se ocupó de analizar críticamente este tipo de literatura y "distinguió en la novela policial una dimensión crítica del sistema capitalista. Al emprender la teorización histórica de la novela negra europea y estadounidense, Mandel devela cómo el género, si bien en sus inicios había sido producido y leído ideológicamente, al modo de la justificación de la represión del estado contra el delito individual o de organizaciones, evolucionó hasta el grado de presentar al Estado como el responsable del supremo delito. (...) entendiendo la novela policial como el género maleable que había transitado de la función integradora de los valores morales a la negación o, por lo menos, puesta en duda de estos valores en el ámbito del poder político y económico" (ver acá)
No sabemos si Mankell, hizo suya esta interpretación, pero en sus novelas policiales desentraña y se introduce en las complejas historias de los asesinos, el motor de sus odios y los motivos de sus venganzas personales (y sociales), convertidos en algunos casos en fetiches morbosos y sangrientos. Ahí se encuentran las respuestas que la mirada siempre superficial de la policía ("esto solo puede ser obra de un loco"), nunca puede resolver.
"El Chino" hace honor a esta forma del relato policial. Un crimen espectacular en un ínfimo pueblo perdido en los bosques suecos, el asesinato de casi todos los habitantes, la mayoría de ellos ancianos y un niño. Degollados, algunos cortados en pedazos y donde las primeras autopsias muestran que en los asesinatos existió la intención de que se produzca un largo martirio previo a la partida a mejor vida.
Un desquiciado (o varios?)... pero sin embargo terriblemente preciso, un asesinato masivo, meticulosamente planificado. No era un crimen acorde a ese país, podía serlo para EEUU, pero no para Suecia. Mankell nos lleva a los antepasados de alguno de los habitantes de ese pueblo, cuando emigraron a EEUU y trabajaron como "capataces" de las empresas que construyeron las redes de los ferrocarriles y abrieron los caminos estructurales en los primeros pasos de la democracia americana. Empresas que "importaban" esclavos chinos y negros, secuestrados en Cantón o en otras grandes ciudades a las que a su vez habían  llegado desde la pobreza del campo, huyendo de sanguinarios terratenientes y en busca de un destino mejor. Los blancos suecos, a su vez empleados de las empresas constructoras y montadoras de rieles, esclavizando a los "perros amarillos" y a los "demonios" sin alma y sin cerebro de piel negra. Una denuncia, en primer lugar, de un "crimen" masivo y de origen en el surgimiento de los EEUU, pero también una descripción de los odios que casi un siglo después desencadenarían la revolución China. Y a la vez una descripción de las corrupciones y los pasajes por los cuales la burocracia china actual, pasó a nueva clase capitalista. Y "de yapa" una crítica a la vida conyugal y conservadora de las "exitosas" familias suecas, retratada a través de la historia de una jueza (Briggita Roslin), activista radical de los años 60s, que no recuerda en que momento y lugar dejó su vida apasionada de esos años, para convertirse en una esposa infeliz y una funcionaria encargada de impartir una justicia imposible.
Entre los lectores policiales "puros" de Mankell, esta novela tuvo muchos detractores porque, según ellos, tiene un excesivo carácter "panfletario". Después de todo no habrán leído esta declaración de Mankell donde afirma que el policial es muy aburrido. Y tampoco se habrán enterado de esta última gran acción de solidaridad con el pueblo de Gaza, cuando sufría uno de los tantos ataques asesinos del Estado sionista.
Para nosotros un gran libro, aunque Kurt Wallander no haya intervenido en este caso.

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