Facundo Moyano y la Juventud Sindical (o el intento de un "moyanismo con rostro humano")


La Cámpora y el trasvasamiento generacional hacia los jóvenes K, fue lo suficientemente discutida, analizada y criticada -incluso por nosotros- en los últimos tiempos. Los recibos de sueldo, las aspiraciones a cargos estatales o a directorios de empresas de los arribistas de esta tendencia organizada desde el estado y el gobierno, hablan por sí mismos de la calidad de esta nueva generación. Lo que ellos llaman "la nueva épica de la gestión" traducido a lenguaje criollo quiere decir, "yo pongo toda la épica quieran, sólo exijo dos condiciones: cargos y plata". Pequeñoburgueses prepotentes, subidos al caballo del "proyecto", buscando desesperadamente hacer carrera en un Estado al que, por ahora, le sobran recursos. El componente social es el mismo que en los noventa buscaba hacer carrera en la "actividad privada" bajo el empuje de la convertibilidad y el 1 a 1. Podemos parafrasear y decir que "cada época tiene los pequeñoburgueses arribistas que se merece", a esta le tocó en suerte unos con barniz nac&pop.
Pero no es este el fenómeno que queremos analizar ahora. Otra corriente nacida del seno de la burocracia sindical peronista pretende desarrollarse en el movimiento obrero, en parte como continuidad e intento de superación de una burocracia envejecida y disfuncional al espíritu de época de los tiempos que corren. Una época signada por el fin de la restauración neoliberal y la vuelta a cierto populismo con discurso nacionalista y estatalista; que es a su vez producto del fin del "paradigma neoliberal" que implosionó con la crisis capitalista en curso y también de las revueltas populares que signaron la década en América Latina (y que hoy recorren el mundo), en la que hay que incluir el 2001 argentino. Y producto a su vez, del "retorno del proletariado" a escena internacional y con gran protagonismo en nuestro país en los últimos años.
Facundo Moyano y la Juventud Sindical, pretenden encarnar esa renovación con un discurso que intenta hacer una síntesis superadora de los "viejos desencuentros" entre la derecha y la izquierda (peronista y no) que marcaron la década del 70. Una nueva juventud sindical que incluya entre sus referentes a Tosco y a Rucci o como lo dijo él mismo, que reivindique a los 30.000 y...a Rucci.
Con la vuelta del protagonismo obrero en la Argentina, comenzó a desarrollarse una tendencia (con un gran componente juvenil) que la prensa llamó el "sindicalismo de base". Corriente que, por supuesto, surge en oposición a esa burocracia que en los noventa se volvió empresaria y/o permitió que se le arrebataran todas las conquistas a los trabajadores y que esencialmente se mantiene igual a sí misma, desde hace por lo menos casi tres décadas. Podemos abrir la hipótesis de que la Juventud Sindical, sea un primer intento de renovación y por qué no también una respuesta al proceso del "sindicalismo de base".
La Juventud Sindical intenta expropiarle al sindicalismo clasista y a la izquierda combativa, banderas que históricamente fueron propias de esta tendencia del movimiento obrero y que en algún momento fueron a su vez levantadas por la izquierda peronista.
Como Kirchner con las banderas de la lucha por los DDHH y el castigo a los genocidas, la Juventud Sindical, retoma en el discurso programas como los de "Huerta Grande" y "La Falda".
Así como la "primavera camporista" se convirtió en un nuevo "mito fundante" en el terreno político; la reivindicación de cierta historia combativa del movimiento obrero, pretende convertirse en un nuevo "relato" para lograr hegemonía en la nueva juventud obrera.
Facundo Moyano, un cuadro político de un nivel muy superior al de su hermano (Pablo) e incluso al de su padre, se propone como la nueva esperanza blanca de "un moyanismo con rostro humano".
Pero si los "camporistas" tienen algunas contradicciones, como ser parte de un gobierno que tiene miles de perseguidos y procesados e incluso presos del campo popular, mientras se reivindica una época signada por el "Devotazo"; la Juventud Sindical tiene las propias, que no son menores.
En primer lugar, son parte orgánica de una burocracia sindical que va desde Pedraza a Moyano, más allá de de los que digan los kirchneristas que defienden al moyanismo, ni Hugo Moyano, ni Facundo llamaron a encarcelar a Pedraza y a los responsables de la muerte de Mariano Ferreyra. Y, aunque no se animaron a pedir su libertad, por la evidencia pública de la autoría intelectual de jerarca de la UF, sí lo hicieron en el caso del "Momo" Venegas. 
En segundo lugar, mientras se habla de programas como La Falda o Huerta Grande, que planteaban la expropiación de la oligarquía terrateniente, el control obrero o la estatización de la banca, se apoya un gobierno que mantiene la estructura oligárquica del campo y reprime a quienes piden tierras, como los Qom. La banca nacional y extranjera, obtiene ganancias como nunca y más que control obrero, en las fábricas y empresas reina la dictadura del capital. 
Avalan la realidad de división total del movimiento obrero entre ocupados, desocupados, tercerizados y contratados, lejos de la "estabilidad absoluta" de la que hablaban esos programas.
Pero la disputa política y sindical con esta corriente que intenta "renovar" a la burocracia, manteniendo su esencia, se torna una tarea importante para los jóvenes clasistas en el movimiento obrero. Como todo fenómeno político y social es contradictorio y un producto de la historia reciente y la reconstitución objetiva y subjetiva de la clase trabajadora. En un tiempo histórico donde es cada vez menor el peso de la ideología peronista entre los nuevos jóvenes obreros (no por nada Facundo Moyano aclara que no son la "Juventud Sindical Peronista", sino simplemente la "Juventud Sindical")
El costado positivo, es que consciente o inconscientemente puede ayudar a la politización de una nueva franja de la juventud trabajadora. Que sectores de la nueva clase trabajadora discutan las fortalezas y los límites de programas como La Falda o Huerta Grande o las grandezas y miserias del "tosquismo" y la experiencia del sindicalismo combativo cordobés, no puede ser más que una buena noticia para quienes pretendemos construir una corriente clasista en el movimiento obrero; esto más allá de las intenciones de quienes impulsan este debate. O más aún, cuando quienes adoptan este discurso, solo tienen para ofrecer partitarias cada vez más limitadas y con techos más bajos, para una minoría de clase obrera. Y a la vez es un desafío en la disputa para nueva generación obrera, superar en el debate histórico, teórico y práctico a este nuevo intento de "izquierdización reformista" de la burocracia sindical.
Porque, en esencia, la tarea sigue la siendo la que magníficamente sintetizó George Engel, uno de las mártires de Chicago, cuando afirmó que "Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus enemigos y quiénes son sus amigos. Todo lo demás yo lo desprecio..."

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