Condición de clase e identidades socio-culturales: el caso docente
Sacándole el jugo al trabajo de Adrian Piva (que criticamos en el post anterior y que a esta altura recomendamos), posteamos un fragmento interesante sobre la condición de clase y las identidades socio-culturales, en este caso, de los y las docentes.
Definir científicamente la condición de clase de un sector social es necesario, pero no suficiente para comprenderlo de conjunto. Desde el punto de vista de una definición marxista científica, los y las trabajadoras de la educación son parte de la clase obrera (como todos aquellos que tienen que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir). Sin embargo problematizar la historia de su identidad socio-cultural es útil para pensar la política y los posibles roles dentro de una estrategia proletaria. AP le da un valor "positivo" a la pertenencia "socio-cultural" de gran parte de la docencia, no de todos, a los "sectores medios" (un calificativo que muchas veces se toma como "negativo"). Esto puede plantear un rol de articulador (no solo con "la comunidad" como se ha dicho muchas veces), sino con el conjunto de quienes se identifican como "sectores medios" (y donde hay otros tantos trabajadores). El peso numérico y estos posibles roles dan fundamento a un rol estratégico tanto para la unidad de las distintas fracciones de la clase obrera, como para el desarrollo de la hegemonía, pese a no estar en una "posición estratégica" desde el punto de vista de la producción. Claro, esto siempre se que tomen en cuenta el conjunto de las contradicciones. Va el fragmento de AP:
"(...) los docentes han pertenecido históricamente -y en gran medida aún pertenecen- a los "sectores medios". No podríamos discutir aquí las razones de ese hecho pero basta enumerar un conjunto de causas mencionadas ampliamente en la literatura sobre clases y estratificación social sin pretensión de jerarquía explicativa: condiciones particulares de trabajo (especialmente su mayor autonomía), sus funciones en el campo ideológico, prestigio ocupacional y estatus ligado a él, desarrollo de una fuerte identidad vocacional-profesional y, aún hasta años recientes, la pertenencia de no pocos docentes a familias pequeñoburguesas e incluso burguesas, entre otras razones. Lo cierto es que desde los años 70, pero sobre todo desde el retorno de la democracia y como parte de una tendencia mundial, los docentes han aumentado su nivel de sindicalización, ha crecido su autorreconocimiento como "trabajadores de la educación" y han tendido a desarrollar prácticas en el terreno económico-corporativo similares a las del resto de la clase obrera. Esta situación ha llevado a establecer relaciones complejas en el terreno de las intervenciones político-ideológicas de los docentes entre la creciente proletarización subjetiva y la permanencia de prácticas y discursos asimilables a los de los "sectores medios". En este sentido, las acciones del sindicato docente, por un lado, han podido constituirse en núcleo de apoyo y movilización de porciones de "sectores medios" y, por otro lado, se inscribieron en la estrategia de una central sindical: la CTA. Ese hecho les ha permitido jugar un rol articulador en la segunda mitad de los 90 entre la luchas de los "sectores medios" y las de la clase obrera. Más particularmente, la lucha docente se desarrolló en la segunda mitad de los 90 de manera simultánea a la aparición de desocupados, como vimos, sobre todo en el año 1997.
La lucha docente se transformó, de hecho, en el espacio de articulación de procesos de movilización independientes y territorialmente alejados pero contemporáneos y las demandas de "Educación y Trabajo" se convirtieron, cada vez más, en articuladores de conflictos protagonizados por actores disimiles, de orígenes sociales distantes -"sectores medios" y desocupados- y que se desarrollaban de manera fragmentaria y descoordinada."
Cortita y al pie: pensando en la discusión sobre hegemonía, efectivamente acá aparece la cuestión de los "posibles roles" que pueden jugar sectores/actores no-estratégicos ni exclusivamente obreros; si bien no es un hallazgo de AP ese planteo, su observación es correcta, y agrego: toda la discusión que se puede plantear sobre el sindicalismo docente al menos en Arg. toma en cuenta la vieja y siempre presente discusión de si éstos son o se autoperciben como "trabajadores" o "profesionales" -o educadores, etc.-. La discusión no es banal, todo lo contrario, partió al medio a sindicatos que se vieron en las calles a la par de los desocupados (ATEN en 1995). Del mismo modo, cuando la autopercepción se tornó "obrera", ocurrió lo contrario.
ResponderEliminarEn el mismo sentido, pregunto: ¿acaso no es la "pertenencia sociocultural" lo que distingue a muchos de los variopintos movimientos sociales que existieron y que fuerzan al movimiento obrero a ampliar sus demandas si se pretende estratégico?, de manera simultánea pero no conjunta (pequeño gran matiz)y al igual que los docentes, estos actores hace rato que despliegan roles "articuladores". Entonces: ¿posición o rol estratégico?
Abrazo, FA (el gran amigo)
En Santa Cruz, los docentes de vanguardia que conoci, insistian en la "nueva condicion obrera" de los docentes, creada como subproducto de los 90 y la falta de fuentes de empleo para los hijos de la clase trabajadora (petroleros por ejemplo, de igual modo que muchas maestras neuquinas lo son) que se metian de docentes. Es decir no es un problema de autopercepcion en abstracto, sino de una existencia. En cuanto al rol estrategico, hay distintas conformaciones sociales, por ejemplo en Mexico o Bolivia los maestros rurales jugaron (y juegan como en los levantamientos de Oaxaca o Guerrero) un rol hegemonico heredado de su rol de educadores en la formacion de los estados nacionales alfabetizando al indio. La discusion es si el hegemon se aguanta la hegemonia que puede conquistar eventualmente, ante el Estado burgués, es decir la defensa que solo puede ejercer efectivamente milicias obreras y la paralizacion del aparato productivo y de distribucion capitalista.
ResponderEliminarun abrazo desde La Paz, otro amigo
No es tan fácil saber de qué modo el ser determina la conciencia. Si a un descendiente de “pueblos originarios” le preguntamos si se percibe como tal (a la manera en que lo hacen los censos poblacionales actuales) y nos contesta NO, entonces ésa será su autopercepción, es decir, la definición que él mismo posee de sí y defiende como tal, aunque esté basada en la negación de su origen histórico y aunque esa negación obedezca a las reglas del consenso social. Lo abstracto (y poco estratégico) es insistirle en lo contrario, o decirle a quién debe seguir. (La autopercepción es una cachetada al bello concepto de existencia).
ResponderEliminarPor lo mismo, si el hegemon en potencia no se asume como tal, ¿de qué y a quién le estamos hablando? El problema actual no es –lamentablemente, como dice el amigo de La Paz- cuánto aguanta el docente/hegemon o a quien le toque semejante rol, ni tampoco ceder a la posición posmoderna suspendiendo la discusión hegemónica, sino cómo construir una estrategia política que, en lugar de partir de un a priori, tome como soporte el real efecto de las condiciones de clase entrelazadas con identidades socio-culturales o autopercepciones o lo que sea, es decir, un análisis concreto sobre la dinámica de la lucha de clases tal como parece sugerir el libro de AP, en donde sectores en teoría no-estratégicos parecen cumplir ese rol. De lo contrario, seguiremos dando vueltas con la hegemonía, pero sin hegemon…Abrazo, FA.
A mí me parece que hay dos planos de la discusión sobre hegemonía, sujetos, etc. Uno es el del "núcleo duro" de la teoría, en el cual es necesario desandar la posición togliattiana que opone hegemonía a poder de la clase obrera (basado en los aspectos más débiles de las posiciones de Gramsci). El otro, tiene que ver con "hipótesis accesorias" sobre la dinámica posible de sectores de trabajadores que no son "el proletariado industrial" pero pueden jugar roles de hacer de nexo entre la clase obrera más concentrada y las capas medias o incluso los pobres de las grandes barriadas. Separando ambos planos, hay que volver a unirlos pensando qué dinámica se puede establecer por ejemplo en la Argentina, si las luchas docentes (que no se generalizaron) no están preanunciando más crisis en el sector "educativo", donde tomen la posta los estudiantes que se empiezan a mover un poco más y eso sirva a su vez para "politizar" el movimiento obrero, que es más lento, pero insustituible. Slds.
ResponderEliminarCreo que hegemonía no puede ser igualado a "rol articulador" aunque tienen un elemento común: la capacidad de aparecer como referente para otros sectores. Como dice "el amigo paceño", la cuestión es si el articulador (o hegemon) puede golpear sobre el nudo del poder del enemigo, socavando la hegemonía burguesa para llevar hasta el final las demandas en curso. En ese sentido, las luchas docentes, incluso cuando se "auto-perciben" como trabajadores siempre tuvieron el límite de no afectar el aparato productivo, lo que derivó en debilidad y derrotas. Esto no niega el rol político, pero pone un límite al poder de fuego docente. Así, la capacidad hegemónica tiene una relación con el peso social de un sector, con su posición estratégica.
ResponderEliminar¿Esto quiere decir que la "auto-percepción" no juega ningún papel en la cuestión de la hegemonía? De ninguna manera. Sino existe esa relación, ese sector, incluso para la lucha puramente sindical, está en peores condiciones. El ejemplo cordobés de la UTA es paradigmático. A pesar de su enorme poder de fuego, capaz de paralizar parte importante de la actividad económica, no tiene a la población trabajadora como aliada sino como opositora. Su fuerza social no se transforma en hegemonía. Pero la "autopercepción" no cae del cielo (como tampoco las ideas) sino que nace de victorias y derrotas que tiene una clase o franja de clase. No se desprende "automáticamente" de una posición objetiva en el proceso de producción, sino que es el resultado de la actividad político-social de esa clase. Y en ese marco, las tendencias, grupos o individuos que actúen al interior de las mismas, pueden jugar un papel en permitir que se avance o que se retroceda hacia una peor, al punto incluso de no considerarse obrero sino "clase media", "ciudadano", "pobre" o alguna otra variante que difumine los límites clasistas.
EC