Los verdaderos padres del "modelo"


"El que depositó dólares recibirá dólares", aseguraba Duhalde ese mismo 1º de enero en una combinación de improvisación y voluntarismo. El día 6 el ministro Jorge Remes Lenicov anunaciaba un régimen dual: dólar oficial a 1,4 pesos para las operaciones de comercio exterior y dólar flotante para el resto. "No debería alejarse demasiado del oficial", alentaba Remes en un fallido intento de intervención verbal. El régimen debutaba el viernes 11, dejando atrás al oficial y gatillando la intervención cambiaria del Banco Central.
El martes 9, el mismo día en que entraba en vigencia la Ley de Emergencia Económica, se anunciaba la reprogramación de depósitos (el "corralón"). El 17, anticipando lo que vendría, se ofreció desporgramar hasta 5.000 dólares, nuevamente al cambio oficial. El 1º de febrero la Corte Suprema declaraba inconstitucional el corralón, en respuesta al "cacerolazo" del 26 de enero, señalando que "la modificación en el régimen cambiario provoca un generalizado menoscabo en la situación patrimonial del conjunto social". El 3 de febrero el ministro Remes disponía un nuevo feriado bancario hasta el día 5 (se extendería hasta el lunes 10) y anunciaba la unificación del mercado cambiario, flexibilización del corralito con la libre disponibilidad para las cuentas sueldo y la pesificación -un verdadero jubileo de acreedores (algunos de ellos, como YPF-Repsol, con ingresos del dólares)-.
El 4 de marzo se anunciaban las retenciones a las exportaciones. Los argumentos eran varios, incluyendo la inflación (amortiguar el efecto de la devaluación sobre alimentos que tomaban su valor del mercado internacional) y la justicia social (redestribuir el ingreso extraordinario de exportadores beneficiados por la devaluación en un marco de pobreza y desempleo récords). Pero el motivo principal era fiscal: había que recaudar fuera como fuera para cerrar el déficit e incluso general superávit, para fondear las necesidades urgentes de la protección social.
Así, a principios de marzo de 2002, estaban ya dispuestos los pilares de lo que, años más tarde, el revisionismo kirchnerista bautizaría como "el modelo": tipo de cambio competitivo (dólar alto), solvencia fiscal (gracias a las nuevas retenciones y al impuesto al cheque introducido por Cavallo en 2001), autonomía externa (gracias a la pesificación doméstica, el default de deuda externa y, de nuevo, a las retenciones que generaron recaudación adicional en dólares), y protección social mediante transferencias de ingresos con sesgo discrecional y clientelar."
"Vamos por todo. Las decisiones más polémicas del modelo". Eduardo Levy Yeyati y Marcos Novaro. Sudamericana. Buenos Aires 2013

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