El consenso de una transición ordenada, el FIT y el pos-27
Falta poco más que una semana para el veredicto final del 27 de octubre. Las urnas dictarán los números concretos de las elecciones, y serán "concretos porque serán la síntesis de múltiples operaciones"; las que realizan esas asociaciones ilícitas que se hacen llamar consultoras o empresas de estudios de opinión.
Ese domingo por la noche se conocerán los resultados precisos. Sobre todo la distancia que termina sacando Massa con respecto a Insaurralde (el nuevo "MI" que está hasta en la sopa). También hasta dónde llega el nivel de los tristes resultados de los republicanos de distinto tono y, entre otras cosas, si efectivamente se confirma y se amplía el apoyo al Frente de Izquierda, que permita la consagración de una bancada parlamentaria en el Congreso Nacional, legisladores y concejales en las provincias.
Más allá de esto, las tendencias generales ya fueron prefiguradas con los resultados de agosto, los giros y re-ubicaciones posteriores de los ganadores y perdedores políticos, así como del conjunto del establishment económico y empresarial.
La primera definición general que está por encima de las rencillas de esta aburrida segunda etapa de la campaña electoral es que se existe implícitamente un "consenso para una transición ordenada". Un consenso que incluye a todo el arco burgués, político o empresario.
El gobierno gira a la derecha, hacia la armonía y la moderación, acusando el golpe de la derrota y lejos de la utopía de quienes esperaban una "profundización del modelo". La última movida fue el acuerdo con un sector de los buitres para una nueva apertura al capital financiero internacional y las negociaciones con el Banco Mundial y el FMI. Una generalización del modelo del acuerdo con Chevrón, pero en el terreno financiero.
Políticamente, el cristinismo deja abierta las opciones para dentro de dos años. De acuerdo a la fuerza política con la que cuente optará por un candidato propio o, como parece hasta ahora, se resignará a una sucesión sciolista. El giro pejotista hacia la "orgánica" (con la convocatoria a las internas del PJ, con el aval de CFK) es un reconocimiento de la retirada para intentar sostenerse como corriente interna del peronismo. El nivel de posibilidad o de fuerza que tenga para esta perspectiva es inversamente proporcional a los votos y la fuerza política que obtenga un posible sucesor. El sueño de la "gran Bachelet", como dijimos, pero con un Piñera peronista.
El gobierno gira a la derecha, hacia la armonía y la moderación, acusando el golpe de la derrota y lejos de la utopía de quienes esperaban una "profundización del modelo". La última movida fue el acuerdo con un sector de los buitres para una nueva apertura al capital financiero internacional y las negociaciones con el Banco Mundial y el FMI. Una generalización del modelo del acuerdo con Chevrón, pero en el terreno financiero.
Políticamente, el cristinismo deja abierta las opciones para dentro de dos años. De acuerdo a la fuerza política con la que cuente optará por un candidato propio o, como parece hasta ahora, se resignará a una sucesión sciolista. El giro pejotista hacia la "orgánica" (con la convocatoria a las internas del PJ, con el aval de CFK) es un reconocimiento de la retirada para intentar sostenerse como corriente interna del peronismo. El nivel de posibilidad o de fuerza que tenga para esta perspectiva es inversamente proporcional a los votos y la fuerza política que obtenga un posible sucesor. El sueño de la "gran Bachelet", como dijimos, pero con un Piñera peronista.
Al massismo, al que "MI" le robó hasta los gestos, le cuesta superar su cenit de agosto y encuentra los límites frente a un pejotismo unido por el espanto; y su escaso armado nacional. Tiene la contradicción de que si gira muy a la derecha deja la ubicación de "la Mella al revés" ("mantener lo bueno y cambiar lo malo"), pierde por izquierda entre los "confundidos" que creían que era parte del kirchnerismo; pero si no lo hace no gana nuevos aliados ni votos de la Argentina sojera y republicana. Demasiado republicano para kirchnerista crítico, demasiado peronista para el alma bella republicana. Pero igualmente, Massa es parte del consenso de la transición ordenada.
Los resultados de agosto (y probablemente los de octubre), no resolvieron la interna del poder peronista, simplemente la dejaron planteada.
Los resultados de agosto (y probablemente los de octubre), no resolvieron la interna del poder peronista, simplemente la dejaron planteada.
Los republicanos derechistas o de centroizquierda no levantan cabeza. A estos últimos, el kirchnerismo los limó desde el oficialismo y el FIT desde la izquierda. Solo sobreviven como "engendro", si se juntan o se UNEN con Prat Gay y otras yerbas.
Bendiciendo a todos y a ninguno, por lo menos hasta que se defina quien se ubica mejor para pelear el poder, está el conjunto de la burguesía que presiona para que se preparen las condiciones de los ajustes necesarios del "modelo", pero apoyando que CFK termine bien su mandato, haga lo más que se pueda del "trabajo sucio" y deje el camino libre a un sucesor que necesariamente confían será más "orgánico". Alvearista.
Una vez más, "kirchnerismo y cultura de izquierda"
El kirchnerismo como una manifestación distorsionada del 2001, bastardeó por necesidad e imposición de las circunstancias, causas históricamente progresivas de la izquierda y esto tuvo su efecto "no deseado" en la politización de una nueva generación. Produjo más discurso "radical" del que es capaz de digerir. Su antipejotismo inicial, demagógico y transfuguista, hizo que muchos lo crean y otros más honestos hasta lo asuman como propio. Las sanas aspiraciones de superar a los aparatos tradicionales, cómplices y parte de todos los desastres nacionales, hasta de la dictadura, terminaron en la desilusión con esta experiencia que tampoco nunca llegó a "pasión de multitudes". El Frente de Izquierda es un producto también de este "espíritu de época" abierto por el 2001 (y la debacle del neoliberalismo a nivel internacional), cuyas banderas fueron expropiadas irresponsablemente por el kirchnerismo, que lo tradujo a sobreproducción de relato ("setentismo", "juventud maravillosa", "hagan lío" como dijo el nuevo Papa "kirchnerista" en Río de Janeiro).
La elección reciente en Salta, las encuestas en Mendoza o Jujuy (incluso hasta en Córdoba) confirman que el fenómeno es parte de una corriente nacional, con resultados que aumentan proporcionalmente al nivel de "feudalismo" que existe en las provincias donde el kirchnerismo no pudo/no quiso construir nada serio.
El fenómeno del voto al Frente de Izquierda es la gran novedad política nacional que requiere ser pensada. Nuevamente la pregunta es ¿espacio "ajeno" o una tendencia a la conformación de un espacio político propio de izquierda en general? ¿Es la manifestación "por otros medios" de la tendencia permanente al surgimiento de un "laborismo", persistente en las historia del movimiento obrero argentino como expresión de las tendencias a su autonomía obrera?
En el 43-44 del siglo pasado, previo al surgimiento del peronismo, se expresó en el mismo "Partido Laborista", frente al cual la izquierda realmente existente supo equivocarse por el vértice (así como frente al peronismo). En los 60s. con el vandorismo y su "peronismo sin Perón", que bajo la dirección de la burocracia sindical no podía terminar en otra cosa que en un fracaso. Los setentas, la dictadura y la pos-dictadura, fueron momentos excepcionales por razones opuestas. La radicalización de la lucha de clases y la prepotencia revolucionaria de un movimiento obrero con gran subjetividad, pero sin dirección en un caso; y la derrota y debilidad en el otro.
En la historia de la argentina contemporánea esas tendencias a la "independencia política" de la clase obrera emergieron en momentos de refortalecimiento objetivo y subjetivo de la clase obrera y debilitamiento de la contención peronista.
Hoy esta debilidad se expresa en la división del peronismo, en su crisis como "identidad política" (con el aporte del kirchnerismo "infantil") y la debilidad de la burocracia sindical, producto de las propias condiciones heredadas del neoliberalismo y el frepasismo rabioso del kirchnerismo antiobrero, que se creyó dios después del 54% y pensó que podía "autonomizarse" de todos los poderes reales.
Definir precisamente esta cuestión (para lo cual, insistimos, habrá que cotejar los resultados del 27) es importante para ver las posibilidades de un verdadero salto político y militante; y mucho mayores responsabilidades históricas. Son los momentos preparatorios, todavía pacíficos, pero no menos importantes, que definirán con que fuerza se llega a los momentos decisivos de mayor crisis y lucha de clases.
En el 43-44 del siglo pasado, previo al surgimiento del peronismo, se expresó en el mismo "Partido Laborista", frente al cual la izquierda realmente existente supo equivocarse por el vértice (así como frente al peronismo). En los 60s. con el vandorismo y su "peronismo sin Perón", que bajo la dirección de la burocracia sindical no podía terminar en otra cosa que en un fracaso. Los setentas, la dictadura y la pos-dictadura, fueron momentos excepcionales por razones opuestas. La radicalización de la lucha de clases y la prepotencia revolucionaria de un movimiento obrero con gran subjetividad, pero sin dirección en un caso; y la derrota y debilidad en el otro.
En la historia de la argentina contemporánea esas tendencias a la "independencia política" de la clase obrera emergieron en momentos de refortalecimiento objetivo y subjetivo de la clase obrera y debilitamiento de la contención peronista.
Hoy esta debilidad se expresa en la división del peronismo, en su crisis como "identidad política" (con el aporte del kirchnerismo "infantil") y la debilidad de la burocracia sindical, producto de las propias condiciones heredadas del neoliberalismo y el frepasismo rabioso del kirchnerismo antiobrero, que se creyó dios después del 54% y pensó que podía "autonomizarse" de todos los poderes reales.
Definir precisamente esta cuestión (para lo cual, insistimos, habrá que cotejar los resultados del 27) es importante para ver las posibilidades de un verdadero salto político y militante; y mucho mayores responsabilidades históricas. Son los momentos preparatorios, todavía pacíficos, pero no menos importantes, que definirán con que fuerza se llega a los momentos decisivos de mayor crisis y lucha de clases.
Si estas tendencias se confirman y el FIT se asienta como fuerza política dejará planteada la discusión de cuáles son los caminos que hay que tomar para avanzar. Porque el FIT es un punto de partida muy importante, pero la estrategia es un partido revolucionario de la clase trabajadora.
El programa acordado por el FIT es un buen punto partida, el debate sobre las prácticas políticas y la estrategia (que también hace al programa) pasarán a un nivel público y de exposición frente a una vanguardia obrera y de la juventud, cualitativamente superior de lo que fue hasta ahora.
Debates para el post-27, al que hay primero hay que superar con éxito, pero importante pensar desde ahora.
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