“París, bien vale una misa”


La historia cuenta que el rey Enrique IV de Francia promulga en Nantes un edicto que asegura la libertad de culto a los hugonotes (protestantes NdR), poniendo fin a las guerras de religión entre protestantes y católicos que tiñieron Francia de sangre durante décadas y que tuvieron su punto culminante en la Matanza de San Bartolomé de 1572. Enrique IV, que era protestante, se convirtió al catolicismo el 25 de julio de 1593, para poder acceder al trono, momento en el que se le atribuye la famosa frase “París bien vale una misa”. El decreto establece por primera vez unas bases jurídicas firmes para la coexistencia pacífica entre las dos grandes confesiones cristianas, aunque gran parte del clero católico y del extremismo hugonote siguió sin aceptarlo.
El ministro Axel Kicillof fue a París con la intención de ofrecer un acuerdo a los llamados fondos buitres, que representan a usureros de 19 países que litigaron todos estos años contra la Argentina y reclaman una suma que ronda los 10 mil millones de dólares. Axel Kicillof abandona su viejo “credo” keynesiano y se “convierte” al neoliberalismo al que “combatió” durante toda su corta existencia. Adopta la nueva ortodoxia y afirma que el acuerdo permitirá nuevas inversiones y generará la confianza que necesita el capital financiero internacional que está muy entusiasmado con el inicio de un nuevo ciclo de saqueo, por ejemplo, en los yacimientos de Vaca Muerta. Esto le permitiría a su jefa, no ya sostener el reinado -que mantuvo en los años dorados a golpes de cadena nacional-, en el país del fin del mundo; pero por lo menos ayudaría administrar lo mejor posible su fin de ciclo y su triste retirada.
Una gran parte del “clero” neoliberal se niega a aceptar el “transformismo”, y por su parte, el “extremismo hugonote K” que se reúne en una cofradía autodenominada “Carta Abierta”, protesta, patalea y se siente defraudado. Sin embargo, para el ministro, al que alguna mala lengua apodó como El Gótico: “París, bien vale una misa”.

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