Córdoba: dos escenas de la democracia y la memoria
Este miércoles estuve en Córdoba para la asunción de Laura Vilches a la Legislatura provincial (ver acá).
Mientras esperaba la hora de entrada fui a recorrer el D2, un ex centro clandestino de detención, situado detrás del Cabildo, a metros de la Plaza San Martín, al costado de la Catedral y a la vuelta de la Legislatura. Hoy está convertido -como tantos otros lugares- en un museo de la memoria (al igual que La Perla) y es tan terrorífico como todos. O quizá más, porque estaba en el corazón de la cuidad y de la provincia, que es a la vez, "corazón de mi país".
Escribí en Twitter: "Antes de ir a la 'casa de la democracia', recorro el D2 y 'me cuenta' cuáles fueron sus pilares".
Revoloteando alrededor mío andaban dos hermanitas, deberían tener cinco y siete años y no era muy difícil darse cuenta que eran hermanas y que además eran pobres, quizá de la calle. Lógicamente no parecían muy interesadas en la "memoria" y su curiosidad estaba concentrada en descubrir qué era lo interesante que estaba viendo yo en esos negativos colgados en el pasillo donde los detenidos esperaban horas y a veces días, antes de pasar a vivir lo peor, o a morir de la peor manera.
Cuando observaba los calabozos, unos pequeños cubículos de 2x4 que están en el fondo y donde se encerraba a varias personas ("de cuatro para arriba" cuenta un ex - detenido en un documental); una de ellas, la más pequeña y la más intrépida, me dice que su mamá estaba en el baño. Yo le digo que no, que acá no había baño, que debe estar en otro lado. Pero ella insiste y me señala que su mamá estaba ahí. Efectivamente, el baño estaba al lado de los calabozos y cuando los detenidos pedían ir, los llevaban por todo el lugar subiendo escalones, abriendo y cerrando puertas, para terminar trayéndolos casi al mismo lugar de donde habían salido. Tácticas de distracción para que no identifiquen dónde estaban.
Me pareció paradójico y pensé: hacen lo que pueden con su vida y es el uso que le dan a la "memoria" para sus necesidades del presente. Esta "democracia", que ya está grandecita y está cumpliendo 31 años, manda a los pobres a hacer sus necesidades elementales a los mismos lugares adónde mandaba a los detenidos de ayer. Eso sí, ahora, con "memoria".
Después fui a la "casa de la democracia", donde parece que siempre hay fiesta, risas, jolgorios; y donde nadie tiene problemas con los baños. Un lugar dónde fachos que hoy parecen pintorescos, como Aurelio García Elorrio, chichonean con demócratas de toda la vida. Donde periodistas de buena oratoria, como Ricardo Fonseca, hacen denuncias picantes y hasta correctas, si se hace abstracción de que su jefe político, Luis Juez, está aliándose con Macri; donde la runfla delasotista sabe que todo es un trámite folklórico; dónde los impresentables kirchneristas son un poco más sciolistas que la media y donde las nuevas generaciones de jóvenes-viejos radicales hacen lo mismo que hicieron toda la vida: nada, mientras preparan la caravana del fin de semana.
Laura juró por los 30 mil, los normalistas mexicanos, por la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo; y eso estuvo muy bien. Porque parece que hoy la "memoria" es de todos, pero el presente sigue siendo de pocos.
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