El gobierno y Moyano en “zona de turbulencias”
Columna publicada en diario Alfil del jueves 17/11/11
Fernando Rosso
frossocba@gmail.com
En plena campaña proselitista hacia las elecciones, el congelamiento de la relación del gobierno con Moyano y hasta cierto enfrentamiento discursivo, fueron leídos como movidas tácticas para fortalecer el “flanco derecho” y aumentar al caudal de votos de aquellos sectores (sobre todo de las clases medias) que festejan cualquier diatriba contra el sindicalismo. El papelón que significó la detención del delegado de base Rubén Sobrero, fue parte de estos “gestos” de campaña. Y no se les puede negar cierto éxito electoral visto en retrospectiva, a pesar de que la causa contra el ferroviario concluyó con una contundente “falta de mérito”, por si faltaba alguna demostración de que se trató de una operación política.
En paralelo, se dio la disputa por los escasos puestos que cedieron en el armado de listas del Frente para la Victoria a la “rama sindical”, que expresaban que la contradicción iba más allá de lo coyuntural y de la campaña electoral.
Finalmente, pasadas las elecciones con el amplio triunfo de Cristina Fernández y en el marco del cambio de tendencia de las condiciones internacionales y nacionales de la economía, la evidencia muestra que las escaramuzas son parte de una larga batalla por limitar el poder de Moyano del centro de la CGT.
Guerra, defensa y ataque
El último cruce se dio alrededor del conflicto de Aerolíneas Argentinas, con el pasaje (o la devolución) bajo la órbita de la Fuerza Aérea de los controladores aéreos y el pedido de cese de la personería gremial del sindicato de técnicos aeronáuticos que conduce Ricardo Cirielli.
Paralelamente a estas medidas, por arriba, Cristina Fernández lanzaba en un discurso público el “relato” con los fundamentos siempre “Nac&Pop”, de lo que en los hechos es una tremenda ofensiva anti-sindical por donde se la mire, sin olvidarse de una mención para la “ultra”. El gran teórico de la guerra prusiano Carl Von Clausewitz, afirmaba que la defensa es la “forma” más fuerte en la guerra, a diferencia del ataque que es la “forma” más débil. El que defiende tiene mucho menos que perder que el que ataca, a pesar de que seguramente el que ataca es el que tiene mayor fortaleza material, por eso puede arriesgarse a adoptar la forma más débil. Dudamos de que Cristina y los “cráneos” que la asesoran hayan leído al clásico pensador de la guerra, sin embargo aplica y con cierta astucia, este principio elemental. Lanza un ataque estratégico contra las acciones sindicales del movimiento obrero, envuelto en un relato de defensa de la patria, contra los boicoteadores del proyecto que están al acecho y siempre al borde de la movida “destituyente”.
Con esto le da “fuerza moral” al ejército de escribas y militantes 2.0 que salen al combate virtual y desde el propio monopolio mediático oficial, a justificar “por izquierda” lo injustificable hasta incluso desde las propias moderadas leyes del derecho laboral. El pedido del cese de personería de APTA, dos días después de notificada la conciliación obligatoria es un zafarrancho jurídico, con el plus de una medida cautelar presentada en la justicia, exigiendo el cese de funciones de la comisión directiva de APTA. Sólo les faltó presentar una solicitud para nombrar “cautelarmente” nuevo secretario general a alguno de los muchachos de La Cámpora.
Si a esto se le agregan las miles de causas judiciales que hay contra dirigentes y militantes por cortes o movilizaciones, se entiende mejor el panorama de conjunto.
Que la ofensiva sea contra un impresentable como Cirielli, hoy aliado al duhaldista Barrionuevo de la CGT “Azul y Blanca” (y a no olvidarse, ayer funcionario kirchnerista) no debe hacer perder de vista que el precedente es utilizable contra todos los trabajadores.
El problema de fondo
Pero estas son parciales escaramuzas o “maniobras envolventes” dentro de una guerra mayor. Lo límites internacionales e internos del “modelo” le imponen al gobierno la necesidad de bajar el techo de las paritarias al número mágico del 18%.
Moyano fue un buen empleado del gobierno durante estos años de inédito crecimiento económico, siempre jugó el rol de limitar la acción de la clase trabajadora. De hecho bajo su mandato en la CGT se mantienen gran parte de las leyes flexibilizadoras votadas en los 90s. y el trabajo precario y en negro afecta al más del 40% de la fuerza laboral. Las paritarias siempre respondieron a las necesidades de gobierno y empresas, ya que garantizaban sus negocios holgadamente. Sin embargo, Moyano es visto como el símbolo de una época de “paritarias al alza” que parece cada vez más lejana y a la que es imposible volver.
Gerardo Martínez, secretario general del gremio de la construcción, jefe de la CGT durante algunos años bajo el menemismo, aparece como el encargado del “abrazo del oso” contra Moyano.
El objetivo es un nuevo equilibrio con una dirigencia cegetista aún más moderada, lo que no necesariamente implica el desplazamiento de Moyano (quién además tiene la espada de Damocles de las causas judiciales sobre su cabeza), pero lo que se busca es la pérdida de su peso político y de referencia para el conjunto del movimiento obrero.
Los “errores no forzados” de estos movimientos, pueden tener sus consecuencias por abajo. Recientemente en la tercera fábrica en importancia de SMATA en la neurálgica concentración de la zona norte del Gran Buenos Aires (Lear), el oficialismo perdió las elecciones a cuerpo de delegados a manos de quienes se referencian con el “sindicalismo de base”. Kraft-Terrabusi y otros centros importantes de la industria de la alimentación, no responden Rodolfo Daer y forman parte de esa tendencia.
Pasados los años de crecimiento “chino”, que implicaron una recomposición del entramado social del “mundo del trabajo”, vuelven a escena las disputas clásicas que recorrieron la historia de los trabajadores argentinos y nuevamente bajo un gobierno peronista que entra en “zona de turbulencias” con el movimiento obrero organizado.
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