Competitividad y salarios, un falso dilema


La discusión sobre la competitividad de la economía argentina está en el centro del debate económico y político, en el marco de la violenta devaluación que digitó el gobierno que llevó el precio del dólar a alrededor de los 8 pesos. Incluso uno de los argumentos del gobierno fue que la devaluación fue necesaria para recuperar competitividad.
El debate se desarrolla con más intensidad y una importante carga ideológica cuando está por abrirse una nueva ronda de paritarias. Puede afirmarse que el debate mismo ya es parte constitutiva de la negociación, en tanto pretende instalar en el sentido común y en la conciencia colectiva la concepción de que la falta de competitividad es responsabilidad de la llamada “puja distributiva”, y en consecuencia de los trabajadores que reclaman salarios “excesivos”. Ya desde el vamos la disputa es desigual. La información sobre los ingresos y salarios de los trabajadores es pública y transparente. Todo el mundo sabe que la mitad de los trabajadores gana menos de los $4.000, que cerca del 80% de los jubilados vive (si puede) con $ 2.477; y cuando se larga la ronda de paritarias, periodistas, abogados, investigadores y opinólogos de todo tipo y color, discuten en torno a si el salario básico de la maestra, el trabajador de la UOM o el camionero es “justo” y si corresponde o no determinado porcentaje de aumento. La contrapartida de esta publicidad absoluta es el secreto en la información sobre las ganancias y utilidades empresarias, que incluso llega a institucionalizarse y legalizarse bajo la forma del “secreto comercial”. El derecho a ese secreto del que gozan unos, en contraposición a la obligación indignante a la publicidad en torno a las necesidades mínimas en la vida privada de los otros, reafirma el carácter desigual de esta sociedad.

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