La dirección, la representación y la autoridad (a propósito del debate con el PO)


Nos pareció muy buena la respuesta de Matías Maiello a Pablo Rieznik, en el debate abierto con los compañeros del PO. Y en parte este último lo reconoce por la forma en que da por concluido el debate, sin responder a ninguna de las cuestiones centrales.
Nosotros queremos agregar o problematizar alrededor de la cuestión de la relación entre dirección y representación de la clase obrera, que Rieznik pone sobre el tapete en una de sus respuestas. 
El dirigente del PO plantea esta relación en términos de opuestos absolutos. Afirma tajantemente que el problema de la clase obrera "no es de representación, sino de dirección".
Discutiendo contra un presunto asambleísmo sin contenido o sin programa, se despacha contra las asambleas porque son la expresión del autonomismo.
Para esto nos remite a al texto de Engles "Sobre la autoridad", que presuntamente vendría a respaldar su planteo.
Hay una extensa literatura en el marxismo (y más aún después de la experiencia estalinista) sobre la compleja relación entre autonomía y dirección consciente, que Rieznik descarta en una frase.
El texto de Engles fue escrito a propósito del debate con anarquistas y "antiautoritarios", que negaban la necesidad, en última instancia, de la dictadura del proletariado. Es decir, de un estado de transición donde la clase obrera necesariamente aplica su autoridad con medios de coerción y violencia si es necesario, a las viejas clases dominantes para obligarlas a ceder su poder. De aquí que califica a las revoluciones como uno de los actos más "autoritarios" que existen en la historia. Para esto analiza el desarrollo de la sociedad y la centralización de la misma producción y del modo de producción de conjunto, para afirmar que la "autoridad", delegada o no, está impuesta por las circunstancias y por lo tanto es necesaria.
Un partido revolucionario que pretenda dirigir a la clase obrera al poder, tendrá que tener autoridad sobre la misma clase y sobre los sectores aliados, para que sean acatadas sus directivas.
Pero la pregunta es ¿como se gana esa autoridad?. Suponemos que vamos a estar de acuerdo en que no será solo repitiendo que "así es la sociedad centralizada, nosotros somos un partido centralizado, con un programa revolucionario, por lo tanto dejen de seguir a la "autoridad" a la que hoy responden y sigan la nuestra". El debate de Engles tenía un carácter teórico-político con sectores avanzados de la clase obrera y de la intelectualidad anarquista y socialista, que negaba toda autoridad y todo estado, no plantea en ese folleto, las vías por las cuales la dirección política puede ganar autoridad sobre la clase obrera. Era una discusión en otro nivel de abstracción sobre la necesidad o no de una autoridad.

Y en esta cuestión, de como ganarse la "autoridad", tiene mucho peso la batalla por la democracia obrera, sobre todo en el proletariado industrial (aunque también en los otros sectores de la clase obrera e incluso del movimiento estudiantil), contra la dictadura patronal-burocrática que reina en las fábricas. 
Cualquier trabajador reconoce la importancia (insistimos sobre todo en el proletariado industrial) no sólo de que se vote efectivamente, sino que se discuta y que se acaten las decisiones de la mayoría. El clasismo cordobés, que desde el punto de vista de la dirección política fue muy limitado, pasó a la historia también porque logró imponer ese poder dentro de las fábricas, que comenzó con el primer paso de poder votar, para avanzar en ganar poder real e imponerle límites a la patronal. Al tal punto que algunos historiadores lo destacan como el elemento esencial de la experiencia clasista.
Entonces, la clase obrera efectivamente tiene "graves" problemas de "representación", tanto por lo que señala Maiello de los sectores a los que no representan los sindicatos etc., pero también porque enfrenta cotidianamente en fábricas y empresas una dictadura patronal-burocrática, interesada en que no decida sobre nada, a lo sumo plebiscite (ante los ojos vigilantes de la patronal y la burocracia), las traiciones cotidianas de sus actuales dirigentes.
Un partido que no esté a la cabeza de esas batallas por una nueva "representación" democrática de la clase obrera, difícilmente gane "autoridad" ante la misma y a través de ella en las masas.
Por lo tanto, la lucha por una nueva "representación" y por la democracia obrera y el sovietismo, entendido en este sentido, es un aspecto clave del programa de un partido revolucionario (así están destacados en el Programa de Transición en los puntos referidos a los "comités de fábrica" o a los soviets). Por supuesto que el programa no se reduce a esto y debe contener las demandas económicas mínimas, democráticas y transitorias que lleven a la clase obrera a la conclusión de la lucha por el poder; pero descartar de plano este aspecto, nos parece un error que expresa un "fetichismo-anti-soviético" y una concepción burocrática sobre la cuestión de como logran conquistar "autoridad" quienes pretenden ser dirección política de la clase obrera.
Dirección y representación expresan una unidad dinámica y dialéctica. A la pregunta ¿soviet o partido?, como bien plantea Maiello, los bolcheviques, Lenín y Trotsky respondieron "soviet y partido". A la pregunta ¿dirección o representación? corresponde plantear "dirección y representación". Una dirección reformista evita por todos los medios el surgimiento de organismos amplios de representación de las masas en lucha y sí surgen tratar de limitar su poder para subordinarlo al poder burgués y liquidarlos (Alemania 18/19). Una dirección revolucionaria lucha por desarrollar y ampliar la representación de la clase obrera y el pueblo, para enfrentar al poder burgués e incluso convertir esa nueva representación en "estado de nuevo tipo" (Rusia 17). Después del "fenómeno aberrante" del estalinismo y sus apelaciones a la "autoridad" (de la Historia y de la Revolución de la que eran "portadores") para imponer sus traiciones burocráticas, este debate es muy importante. Y además es concreto, basado en las tendencias reales con las que hay que luchar en el movimiento obrero (como también era concreto y situado el texto de Engles contra el anarquismo o el "Qué hacer" de Lenín contra el economicismo). Lástima que Rieznik haya concluido la discusión, cuando apenas comenzaba.


Comentarios

  1. señorxs: el FIT siempre fue un blef. No hay manera de que coincidan y esta "discusión" es la mejor prueba. En el fondo y en la superficie, no pueden hacerlo, pues ambos se molestan en el mundo que les queda muy pequeño. Miseria de la política. No están ni en pañales.

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