Cristinismo y moyanismo ¿hacia la guerra absoluta?

Columna en Diario Alfil 16/12/2011



Fernando Rosso
frossocba@gmail.com
@RossoFer

“La sangre no va a llegar al río”, repetían, más como expresión de deseo que como realidad, los defensores del gobierno que ven como muy peligrosa una ruptura con Moyano. “Es el clásico ´vandorismo´ que practica Moyano y su táctica de ´golpear para negociar´”, se autoconsolaban otros, para contemporizar la “guerra” dialéctica, que se aceleró en estos días con el discurso de asunción de Cristina Fernández  y la contundente respuesta de Moyano en el masivo acto camionero.
Si no llegó al río, bordea la ribera y más allá de la intención de los protagonistas, la lógica interna del enfrentamiento puede adoptar una dinámica propia y deslizarse hacia los extremos.
La réplica de Moyano al discurso presidencial abarcó todos puntos sensibles al cristinismo. Se despachó contra “La Cámpora” y sus “niños bien”, ya que el 54% de los votos, no son de su exclusividad y por lo menos la mitad, según él, se lo debe “a los trabajadores”. Respondió a la acusación de “extorsión” que había lanzado Cristina, por el supuesto abuso del “derecho de huelga” por parte de sectores de una presunta “aristocracia obrera”, que corporizó en petroleros y docentes santacruceños.  Reclamó por los fondos de las obras sociales y la suba del mínimo no imponible. Facturó todos y cada uno de los actos de apoyo que realizó durante estos años al “proyecto”. Y no se olvidó de los desplantes que tuvieron que tragarse en el armado de las listas, donde fueron pocos los cargos otorgados al sindicalismo. Renunció a sus cargos en el PJ y como si estuviera emulando a alguno de los representantes del Frente de Izquierda lanzó la consigna de “que la crisis la paguen los empresarios y los banqueros y no los trabajadores”.
A partir de ahora, para cierta corporación mediática, Moyano se convirtió en un “alma bella”, un defensor genuino de los trabajadores. Para la obsecuencia kirchnerista que adoptó el nombre de “periodismo militante”, quién hasta ayer era el “compañero Hugo”, pasó a convertirse en cómplice número uno de Clarín.
En su clásico “Adán Buenosayres”, Leopoldo Marechal sentenció que “de todo laberinto se sale por arriba”. Efectivamente del laberinto de relatos que cruzan este enfrentamiento, sólo se puede salir levantando la mirada por arriba de los mezquinos intereses de las industrias comunicacionales, oficialistas u opositoras.

Las razones de Moyano

Son varios los motivos de la respuesta de Moyano. La etapa de “sintonía fina” y la nueva e íntima relación de Cristina con los empresarios, marcaron el fin del “nunca menos” ( del que ya no se escucha ni el candombe). A Moyano, la experiencia le dicta que la combinación de quita de subsidios y contención de paritarias, sin entregar nada a cambio, aunque sea para un sector de los trabajadores, es una movida riesgosa. La diatriba en el acto de Huracán, significó más que un reclamo, una advertencia. Y a la vez, en el recuerdo de todos los momentos en que los dirigentes sindicales fueron útiles al “proyecto” y en el llamado a contener los precios, Moyano se sigue ofreciendo como el mejor garante del “orden” y la pasividad del movimiento obrero. El reclamo por la suba del mínimo no imponible, se plantea como parte de esta estrategia.
El planteo por los fondos de las obras sociales y contra las causas judiciales por los medicamentos, lleva el mensaje implícito de que éste y otros negocios recurrentes entre una millonaria dirigencia sindical, son “legítimas” licencias que se toman y una “justa” contraparte por su importante rol de contención. Y a la vez una amenaza, ante una posible avanzada judicial que el gobierno pretenda alentar.
En el terreno estrictamente político, ante el desplante sufrido en el propio peronismo, parece alentar alguna versión de un “partido sindical”, una especie de laboralismo peronista o de “lulismo” a la argentina. Los espectros del posible relanzamiento del MTA (el Movimiento de Trabajadores Argentinos), el agrupamiento de oposición al menemismo que impulsó Moyano en los 90 pueden indicar señales en ese sentido. El único problema que tiene para este proyecto es su pasado, histórico y reciente. Sus orígenes en lo más rancio de la derecha peronista y sus alianzas sindicales y políticas que incluyen su apoyo militante a la devaluación duhaldista y su defensa corporativa de una dirigencia sindical corrupta, llevan a su imagen por el suelo y una mala fama, bien ganada, que se hace extensiva a gran parte de la dirigencia sindical de este país. Además entre los propios sindicalistas, hasta ahora no tiene muchos seguidores,  gran parte de ellos prefieren seguir ocupando un lugar seguro, bajo el manto del 54%.

Los cálculos del gobierno

Por el lado del gobierno, el cálculo de Cristina Fernández es que los votos de octubre fueron, efectivamente un “cheque en blanco” todo terreno, que le permite armar y desarmar la coalición gobernante y construir desde allí un “cristinismo puro”, prescindente de los aparatos del peronismo. En el incidente de los jóvenes de La Cámpora con la policía bonaerense, salió a la luz el velado enfrentamiento con el pejotismo, que ve en Scioli a su esperanza blanca y a uno de los posibles sucesores. En la pelea con Moyano, hay un mensaje para toda la clase trabajadora.
Estudiosos del peronismo dicen que puede analizarse su historia reciente con una metáfora arquitectónica. El peronismo es como una casa de dos pisos. El “piso de abajo” está conformado por el poder real de intendentes, gobernadores y la CGT, y se mantiene siempre constante. El “piso de arriba”, la conducción y la presidencia (cuando están en el poder) se puede “alquilar” al personal político que responda a las tendencias del momento: neoliberal en los años menemistas, nacional y popular, bajo el kirchnerismo. Como afirmó un bloguero peronista “el problema de La Cámpora” (y ahora de Cristina?), es que pretende “escriturar” el piso de arriba y desde ahí quedarse con la casa entera.
La cuestión adicional, pero no menos importante, es que la Argentina y sobre todo la clase trabajadora de hoy, no es la misma que en los años 90. No sólo ha crecido numéricamente, sino que también y como parte de la experiencia pos – 2001, desarrolló una tendencia, minoritaria pero intensa, conocida como el sindicalismo de base. Los conflictos de Kraft-Terrabusi o ferroviarios, mostraron su potencialidad, que puede ampliarse y desarrollarse en el marco de esta “guerra de consorcio” de la gran casa peronista. Seguramente un daño colateral y un efecto no deseado, ni por Cristina, ni por Moyano.     

Comentarios

  1. Comparto el angulo, Fernando.
    Mi interrogante es, ¿esta jugando ya moyano para un agrupamiento peronista y al renunciar a los cargos acelera la interna del pj bonaerense y obliga de definir a Scioli? O solo resiste un lugar de poder sindical?,
    Si fuera la primera, la carga simbolica de autonomía, que tiene el mensaje de renuncia al PJ se haria humo en poco tiempo.
    Si todo esto fuera para mantener poder sindical, no creo que su calculo llegue a que puede mantenerse en la CGT y volver atras. Mas bien puede querer quedar como oposicion y que otro (Pigna del smata que hoy lo escuche decir que "el gobieerno esta apretado") se haga cargo de la aceptacion de los topes salariales. Si es asi Moyano buscaria ser parte de la negociacion de su sucesion en la CGT, con cierto poder de veto y mantendria mas un juego de "partido sindical".
    De todas formas todo esto tardara en acomodarse, y ya se puede decir que hay una crisis politico-sindical en el modelo, antes que la abierta crisis economica, que abre brechas entre el estado y los sindicatos, y tratandose del peronismo en el poder, una falla en la gobernabilidad.
    EmeErre

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