La deriva “menemista” del cristinismo




                                                                                                  Por Fernando Rosso


A Cristina y Macri los unió la aprobación de la reforma a la Ley de Riesgos de Trabajo que garantiza la salud…de las ganancias empresarias. Fue la consumación de derecho de una tendencia de hecho: la creciente “menemización” del kirchnerismo.

Esta semana volvió a unirlos el desprecio por la población trabajadora castigada por las inundaciones en la Ciudad y el Conurbano. Estos “fenómenos naturales” barren los matices discursivos y evidencian el carácter de clase de la política pública de los “derechistas” y los “nacionales y populares”. Los más pobres sufren las consecuencias. Millones de damnificados, miles de evacuados y dos muertos se suman a la larga lista de víctimas de estos “crímenes sociales”. La Masacre de Once y el temporal de Semana Santa fueron los más sobresalientes de los años kirchneristas, aunque no los únicos.
El “modelo de desarrollo con inclusión social”, volvió a demostrar que, en casi 10 años de crecimiento, récord en ganancias y recaudación, no puede evitar que una lluvia un poco fuerte sumerja bajo el agua las precarias viviendas de una Argentina que socialmente ya está sumergida y nunca fue parte de la fiesta kirchnerista. Son los que trabajan en condiciones de precariedad, en negro o tercerizados. Los condenados a viajar en un transporte público con el peligro de morir por la desidia patronal o gubernamental. Los mismos que ahora, con la nueva ley, si tienen un accidente laboral, no merecen “ni justicia”. En esto hay acuerdo profundo entre Cristina y Macri, “unidos y organizados” para la misma clase.

Oposición social y oposición política

Este nuevo padecimiento aporta al descontento y a la creciente oposición social. Las clases medias nuevamente saldrán a la calle el 8 de noviembre (8N). Quienes las alientan (la corporación mediática, partidos patronales y la Iglesia), intentan moderar el discurso, para evitar los contornos más derechistas del primer cacerolazo.
Entre los trabajadores, la bronca crece por el impuesto al salario, la inflación o los ajustes, como el que programa Scioli y su presupuesto 2013, que no contempla aumentos salariales y prevé recortes. Los trabajadores del subte, que aún no acordaron paritarias y son presos de la interna entre el gobierno nacional y Macri (mientras Metrovías saca tajada en jugosos subsidios); amenazan con medidas de fuerza.
Esta tendencia a la disminución de la base de apoyo al gobierno y el pase a la oposición de amplios sectores sociales se refleja en la baja de la popularidad de CFK. El limitado proyecto aprobado sólo con los votos oficialistas en el Congreso (y con el quórum del PRO), que otorga la posibilidad de voto optativo a los jóvenes de 16, no modifica esta tendencia. La inexistencia de una oposición patronal que enfrente con fuerza al kirchnerismo, coloca a Moyano (aliado a Micheli) en el rol de principal opositor (más allá del folklórico enfrentamiento con Clarín). Hasta coquetea con la idea de una candidatura y en las calles hay afiches que piden “Moyano 2013”.
El sojero Hermes Binner, trata de salir de la crisis política por el escándalo del “narcosocialismo” en Santa Fe y tanto Macri, como los radicales, discuten qué alianzas preparar para enfrentar al gobierno. Navegan en su impotencia política. En la gran “casa peronista” se cocina la verdadera oposición patronal. Tanto Scioli, como el intendente de Tigre, Sergio Massa, mueven las fichas con gestos políticos, pero sin sacar los pies del plato, ni enfrentar abiertamente a Cristina. Los tiempos del armado del pos-kirchnerismo dentro del peronismo, son directamente proporcionales al lento declinar del oficialismo, que mantendrá ese ritmo, mientras al gobierno lo acompañe la “fortuna” de que la crisis internacional no golpee de frente en Argentina (o estallen las contradicciones que acumula el “modelo”).

Cristina habilita y la justicia persigue


En el discurso de asunción de su segundo mandato, Cristina igualó las huelgas con la extorsión. Luego, desde varias tribunas, renegó contra los piquetes y calificó prácticamente de “vagos” a los docentes. La Gendarmería al mando de Garré comenzó a espiar a los activistas obreros con el “Proyecto X”, y en consecuencia con el nuevo “relato”, el milico Sergio “Rambo” Berni fue puesto al frente de la Secretaría de Seguridad para limpiar la calle de protesta social. Tarea que cumple con gusto, especializado en desalojar piquetes y en acusar penalmente ante la justicia a delegados obreros, como hizo con los choferes de la línea 60. En el medio, en diciembre pasado, el gobierno hizo aprobar la ley “antiterrorista”. 
El infame pedido de prisión preventiva contra los dirigentes de Kraft, Javier “Poke” Hermosilla y Oscar Coria, hecho por fiscales “fachos” de la Justicia de San Martín, es consecuencia lógica del evidente giro represivo del cristinismo, otro signo de “menemización”. 

Moyano y Micheli hablan de paro, ¿qué paro necesitamos? 

En lo que hasta ahora no pasa de rumores periodísticos, Moyano y Micheli, convocarían a un paro el 20 de noviembre. Se sumaría también la Federación Agraria que sigue integrando la Mesa de Enlace con la Sociedad Rural. 
Mientras el gobierno premia a la CGT de Caló por su vergonzante subordinación a la Rosada, reconociéndola como la Central legítima, Moyano y Micheli siguen con sus especulaciones. 
El paro no tiene fecha precisa, ni programa. A ellos no los guía la defensa de los intereses de los trabajadores, sino ser parte de una coalición patronal que los contenga, uno con el peronismo, el otro con el FAP de Binner. 
Para el PTS se trata de definir en cada situación concreta la política a seguir teniendo como principio rector aportar a la experiencia y al avance de los trabajadores. En cada batalla es necesario definir si lo que priman son los aspectos propatronales o los que impulsan la lucha de clases. Porque para definir que todo es lo mismo, más allá del programa y los objetivos, no hace falta partido, ni dirección. 
Por eso, el 27 de junio participamos en la primera acción callejera que convocó Moyano contra el impuesto a las ganancias y por el aumento de las asignaciones familiares. Dimos una pelea en las principales concentraciones obreras por participar de la movilización con una política independiente de la burocracia y un programa que levante las demandas de toda la clase trabajadora. La columna diferenciada del sindicalismo de base y la izquierda (PTS-PO) agrupó a miles de trabajadores y trabajadoras, pese a que no hubo paro en la mayoría de los gremios. Fuimos impulsores además del corte de ruta y asamblea en Volkswagen Córdoba y marchamos con el sindicalismo clasista en las calles de Neuquén. Moyano reafirmó en la Plaza que su orientación es llevar al movimiento obrero detrás de un proyecto patronal del peronismo. 
Frente al paro y movilización del 10/10 convocados por la CTA Micheli, llamamos a parar contra el gobierno pero a no participar del acto en Plaza de Mayo al que también movilizó (poco) Moyano, ya que mezclaba las demandas progresivas con otras de colaboración con sectores patronales, como las del campo. Uno de los oradores centrales fue Eduardo Buzzi de la Federación Agraria. 
El 24/10 participamos en la marcha llamada por Moyano y Micheli para repudiar la votación de la nueva Ley de Riesgos de Trabajo, una convocatoria progresiva, pero criticamos su carácter “testimonial”. No tuvo preparación ni difusión ni paro y de hecho no sirvió para parar la aprobación del “engendro de la UIA”. 
Nuestra propuesta a la vanguardia antiburocrática y a los compañeros del Frente de Izquierda es definir un posicionamiento común que parta de la exigencia de ponerle fecha efectiva al paro, con el suficiente tiempo para que éste sea preparado y debatido en asambleas y plenarios de todos los gremios. Debe ser el inicio de un plan de lucha y llevarse adelante con un programa que parta de exigir la anulación de la ley antiobrera de Riesgos de Trabajo y del impuesto al salario, el apoyo a todos los que reclaman un plus de fin de año, un salario mínimo igual a la canasta familiar, el 82% móvil y el fin del trabajo en negro y precario. Para acabar con los “crímenes sociales” como el de Once o el provocado por el último temporal, hay que incorporar, entre las demandas, la pelea por la nacionalización de todo el transporte bajo administración de los trabajadores, un verdadero plan de obras públicas que garantice servicios públicos y vivienda digna para quienes la necesitan. Hay que pelear por las demandas de los peones rurales, los verdaderos esclavos del campo y expropiar a los terratenientes y a la gran patronal agraria. Estas son las medidas elementales de un programa obrero y popular, opuesto a las alianzas con las patronales de Micheli y Moyano. Desde esa perspectiva se necesita coordinar y unificar a la vanguardia combativa del movimiento obrero. Una gran campaña en defensa de todos los compañeros perseguidos, se impone desde ahora, como tarea esencial.

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